POR: SAMUEL AGUILAR SOLÍS
A partir de los grandes movimientos juveniles de los años sesenta en el mundo, y México no fue la excepción, (que no exclusivamente estudiantiles o solo con demandas universitarias, como fue el caso francés, checo y estadounidense, entre otros) la Universidad ha sido punto de reflexión para su reforma. Varias fueron las visiones y alternativas que se planteaban, que incluso hubo quienes la vieron como un instrumento del capital para formar “mano de obra calificada” y su interpretación era por tanto que la Universidad era una “fábrica”, y por ello, las relaciones de clase se tendrían que trasladar al campus universitario como “teatro de operaciones” de la lucha de clases con todas sus consecuencias; estos, que afortunadamente fueron pocos, tuvieron, por muy absurda que parezca, influencia en varias universidades locales de nuestro país y varios adeptos, mismos que estaban ligados o por esto se ligaron, a algunos grupos armados (obvio no todos los movimientos armados tenían estos planeamientos), de los años setentas que buscaban, entre otras cosas, la destrucción de la universidad en nuestro país, pero el resultado al final fue que esas universidades sufrieron un rezago académico mayor al que se encontraban antes del “experimento” reformador de los “enfermos”, como se les conoció en la jerga universitaria nacional a sus promotores.
Hay que decir, que tanto los movimientos juveniles como específicamente el universitario se correspondía con los cambios estructurales que se venían dando tanto en el plano tecnológico, científico, como los cambios en general en el Estado y la economía; pero, sobre todo, de la sociedad en general y no solo en nuestro país, sino en el plano internacional pero en esta colaboración solo nos referiremos a nuestro país; fue precisamente esto lo que me parece que llevó a que de una manera responsable se iniciaran las revisiones de los planes de estudio y la conveniencia de apertura para nuevas carreras que se correspondieran a la nueva demanda por parte de la planta productiva nacional y la nueva organicidad del Estado para sus funcionarios y técnicos, pero también de profesionales que tuvieran una formación con responsabilidad social y de entendimiento de la nueva sociedad en su complejidad.
La globalización de la economía, así como la cada vez más creciente automatización de la planta productiva, ha llevado en los últimos años a tener carreras más específicas o a la apertura de especialidades como parte de los estudios de posgrado universitario, y a la creciente certeza de que la globalización en general hace que los profesionistas compitan con sus colegas de cualquier parte del mundo para un puesto laboral o que en su formación deben de tener la claridad de que si se van a dedicar a un trabajo independiente o como emprendedores o ejecutivos de empresas globales o locales ligadas a estas, es a través de las reglas, normas, marcos jurídicos o incluso tribunales internacionales en donde habrá de resolverse una controversia o un juicio legal en un determinado caso y esto debe de ser ya contemplado en los planes de estudio y advertido por los docentes. Pero también a tener en cuenta acerca de la productividad o de la cantidad de recursos destinados a la investigación.
Pero no solo la globalización, los cambios suscitados, por ejemplo, en nuestro país con el nuevo sistema de justicia penal sin duda están obligando a cambios profundos en las materias de los estudiantes de derecho que antes no estaban contemplados o al desarrollo de destrezas o técnicas justo para ser más eficiente y competitivo como litigante en los juicios orales; o los estudiantes de medicina ahora con tantos y cada vez más novedosos equipos médicos computarizados o de realizar cirugías a miles de kilómetros de distancia de manera computarizada, etcétera, etcétera. Este es solo un simple y pequeño ejemplo pero que nos lleva a la reflexión de que los cambios suscitados en la sociedad en cualquiera de sus planos deben de ir acompañados de manera permanente a ajustar los contenidos con una actualización a una gran velocidad. Creo también es conveniente resaltar que el hecho de que estemos viviendo una gran revolución tecnológica eso no debe de llevar a minimizar las carreras de ciencias sociales o aquellas ligadas a la cultura y las llamadas carreras de humanidades, pues estas también ahora tienen nuevos espacios de investigación y de desarrollo como no se tenía hace años.
La llegada de internet sin duda modificó la manera de enseñanza pero también del aprendizaje, ahora muchos de los conocimientos de algo desconocido están a segundos de una búsqueda y no como antes de esperar quien tenía el libro o de saber que el libro estaba publicado pero no en nuestro idioma o en otro país y había que esperar años, sí, años, para que llegara a nuestro país o se tradujera, y aquí aprovecho para señalar que ahora el idioma nativo no es suficiente en un mundo globalizado y en la era de internet, donde si es posible encontrar lo que estás buscando, pero la mayoría de las veces el idioma casi universal de comunicación es el inglés y en los últimos tiempos también el mandarín (chino), por la importancia de la empresas chinas o la posibilidad de negocios con esa nación que es la mayor economía del mundo, lo que nos obliga necesariamente ahora a ser universitarios bilingües, mínimo.
Pero esto es ya en la universidad, sin embargo, quienes llegan a ella lo que habría que preguntarse es si cuentan con los conocimientos y una educación de calidad para esta universidad del siglo XXI o las deficiencias que se arrastran hacen que lo que se plantea en este último escalón de la formación educativa solo desvela nuestros sistemas educativos anteriores y es la hora en que verdaderamente se diseñe y se implemente una verdadera reforma educativa iniciando desde la etapa temprana del preescolar y continuar en la educación básica y la media, para que verdaderamente podamos ubicarnos en los grandes cambios que se están dando en el mundo y en México, y que como nación aspiremos a un nuevo plan de desarrollo en donde la educación sea la base de la gran transformación material pero que atienda los graves y añejos problemas que tenemos como país.
La educación debe pues ser el verdadero eje de transformación pero desde su base y en el mediano plazo; entonces, sí tener la Universidad a la que aspiramos sin que esto signifique aplazar la reforma ni las actualizaciones pero no continuar en un estado de inercia académica que lo único que hace es contribuir al rezago y a la mediocridad de los universitarios. Entonces, lo que hay que hacer, me parece, es ver el problema de manera integral desde la educación primaria. Un reto que nos llama a todos, a los padres de familia, a los docentes, a las autoridades y la sociedad toda. Solo de esa manera podremos aspirar a la formación de grandes profesionales y de ciudadanos para un mejor México.