Arrancamos… La expresión "controlar al poder" contiene un enunciado en apariencia paradójico. La idea misma de poder parecería no dejar mayores espacios, sino mediante una utilización convencional del término, para pensar en su control. Merced a un gran esfuerzo disociativo se plantea la "división" del poder, para lo cual se tiene que pluralizar lo que en esencia es unitario. La tesis de que existen varios "poderes" ha permitido jugar muy creativamente con una serie de acomodos y arreglos institucionales que ofrecen un cierto margen de tranquilidad a la sociedad. La pluralidad de "poderes" se trata, desde luego, de una verdad formal; es un esquema que permite, para efectos de organización, diferenciar las partes de un todo como si cada una fuera una entidad independiente. De esa manera se han alcanzado varios efectos prácticos: se introducen en el engranaje del poder elementos de equilibrio y se hace aceptable la idea del poder para sus destinatarios. Contra lo que se piensa, los procesos institucionales que se conocen como "separación de poderes" no se basan en la disminución de los efectos del poder, sino en su potenciación. La teoría newtoniana de los equilibrios inspiró el inteligente esquema de la separación de poderes. Uno de los efectos de esa relación es que los balances y contrapesos operan como fuerzas crecientes, no menguantes. En esa medida, y pensando en un sistema de equilibrios lo más cercano posible a lo ideal, tantas más atribuciones como se confieran a un órgano que ejerce funciones de poder, tantas más las que de manera agregada se irán incorporando progresivamente a otros órganos. A ese proceso de agregación hay que adicionar el ensanchamiento de funciones propio del Estado de bienestar. Una de las sutiles formas de magnificar las esferas del poder, y de atenuar los efectos de rechazo por parte de sus destinatarios, fue introducir un nuevo conjunto de funciones relacionadas con el bienestar y la justicia social. En México, el tema fue llevado en la Constitución como producto de una lucha contra el poder (Querétaro, 1917) y en Alemania como resultado de una lucha por el poder (Weimar, 1919). Motivaciones diferentes tuvieron expresiones semejantes y un mismo resultado: un poder mayor, y mejor aceptado. El tema debe ser visto hoy con gran cuidado, porque la reducción indiscriminada de las funciones del poder estatal también está abatiendo, con velocidad creciente, uno de los pilares de sustentación del propio poder. Por eso se pone creciente énfasis en los procesos democráticos de legitimación del poder; porque se intuye que se está perdiendo el Estado de bienestar como una forma de legitimación que resultó muy funcional en muchos sistemas, durante largos lustros. Lo cierto es que, si el Estado de bienestar se llegó a utilizar como pretexto para diferir la democracia formal, no por ello debe inferirse que ambos sean inconciliables. Es evidente que con esa mutilación se corre un doble riesgo: transferir a la lucha política todas las insatisfacciones que resultan de expectativas sociales inatendidas o de satisfactores previamente existentes y ahora revocados, y auspiciar el acentuamiento de mecanismos de desagregación regional, que no eran compatibles con los instrumentos necesariamente centralizadores del Estado de bienestar. Por otra parte, existe una fuerte tendencia reclamando el poder para la sociedad civil. Aparece como una opción la llamada "democracia participativa", acompañada de un conjunto de organismos denominados "no gubernamentales', y que demandan la "ciudadanización" de los instrumentos del poder, desde los órganos administrativos hasta los de contención política típica, como son los partidos. En rigor esta opción es una más de las intentadas para atenuar el peso del poder. Lo que en el fondo se agita es la preocupación secular por evitar los excesos del poder, bajo cuyos efectos ha vivido la humanidad durante la mayor parte de su historia. Ahora bien, independientemente de las expresiones que se utilicen, y de las contradicciones semánticas que suponga, separar los poderes o controlar el poder es una necesidad para la subsistencia de la libertad. Tanto mayor sea la órbita de influencia del poder.
MI VERDAD.- Tanto más restringida será la de las libertades individual y colectiva, y viceversa.