LÓPEZ OBRADOR (PARODIA DEL “EXORCISTA POLÍTICODÍA, CRIMINALES DE NOCHE” SIC.)
Yo soy el dueño de México, porque lo parí con mi lengua podrida, lo amamanté con la leche rancia de mi resentimiento y lo consagré a las tinieblas.
Yo soy el pacto escrito en sangre con los cárteles, el beso húmedo en la mejilla de Satanás, el sacerdote negro de la corrupción que se arrodilla ante los demonios de Sinaloa.
Yo soy la venganza hecha carne, el PRI contra el PRI, el profeta del odio, el padre de los solovinos que ladran y muerden cuando les arrojo croquetas en forma de becas y miserias.
Yo soy la peste que viste de pueblo, el encantador de molleras sumidas, el pastor de pejezombis que balbucean mi nombre como si fuera sagrado.
Yo soy el gabinete y la sombra, porque nadie existe salvo yo.
Ellos son mis gusanos disfrazados de secretarios, mis monaguillos del desastre, mis marionetas de saliva.
Yo soy la ley que se retuerce como serpiente en mi puño, el verdugo que decide a quién se le arranca la cabeza y a quién se le otorga perdón con un guiño.
Yo soy la Constitución convertida en calzón sucio, en trapo menstrual que arrojo al lodo, en papel higiénico con el que me limpio después de defecar sobre los niños con cáncer.
Yo soy el dueño de las sombras que caminan por Palacio, converso con los espectros de Juárez, Madero y Cárdenas mientras bebo del cráneo de la patria vacía.
Yo soy el arquitecto de la peste, el criminal de bata blanca que convirtió la pandemia en un altar de cadáveres.
Yo soy el señor del huachicol, el amo de los desaparecidos, el que se orina sobre las fosas mientras sonríe a los vivos.
Yo soy la risa que se escucha en las masacres, el silencio que devora las morgues, el profeta de un país que arde.
Yo soy la voz que dicta a Claudia, la ventrílocua de mi voluntad, la muñeca de trapo que mueve sus labios con mi saliva.
Yo soy el dios podrido que regala Santa Lucía a los militares como se reparte cocaína en una fiesta.
Yo soy el nacionalista que quema millones en PEMEX y en CFE, porque la podredumbre también se hereda, porque Bartlett es mi espejo y mi perro.
Yo soy el tren que devora la selva, el rey del aire que incendia aeropuertos, el constructor de ruinas con forma de progreso.
Yo soy el brujo que creó a Sheinbaum, a Noroña, a Sánchez Cordero, a Mario Delgado, a Ebrard, a los Monreal: todos salidos de mi cloaca como larvas de un vientre en descomposición
Yo soy el voto comprado con sangre, con miedo, con droga, con hambre.
Yo soy el narco disfrazado de presidente, el santo patrono del fraude.
Yo soy el INE crucificado, el TRIFE sodomizado, el Poder Judicial encadenado a mi lengua.
Yo soy el nuevo evangelio, dictado cada mañana desde mi púlpito envenenado, con Claudia como mi profeta hueca.
Yo soy el juez que absuelve al criminal, que condena al inocente, que decide el destino de las ratas.
Yo soy el dueño de tus ahorros, de tu pensión, de tu afore, de tus huesos y de tu saliva.
Yo soy el payaso y el circo, el titiritero de bufones que se arrastran a mis pies mientras el pueblo aplaude como simio entrenado.
Yo soy el elegido, el bendecido por dioses falsos y pastores aduladores que me ungen con saliva y rezos.
Yo soy el presidente del narco, el orgullo de las logias corrompidas, el ungido del diablo que sonríe con máscara de pueblo sabio.
Yo soy el magnánimo que soltó a Ovidio, el que besó las manos de la madre del Chapo, el que dejó su herencia a los verdugos de México.
Yo soy el redentor de asesinos, el papa negro de los corruptos, el mesías de los ladrones.
Yo soy el encantador que embriaga con pausas, el bufón que hipnotiza con chistes rancios, el cadáver que aún gobierna porque sus fanáticos lo veneran como inmortal.
Yo soy el amo de tu sombra, el propietario de tu cuerpo, el patrón de Claudia, el envenenador del siglo, el gran destructor de México.
Yo soy la peste, el demonio coronado, la ruina vestida de presidente.
Yo soy Andrés Manuel López Obrador, y ustedes no me pertenecen: ustedes son míos.
ES CUANTO.