POR: JOSÉ GERD
MÉXICO
Viene a mi recuerdo,
entre trajineras y lluvia,
como un murmullo que
el agua hacia brotar del olvido.
Su risa danzaba sobre
el lago de Xochimilco
y mis ojos dóciles, ese día,
aprendieron a navegarla;
mientras tanto,
el cielo lloraba caracolas,
quizá, por un recuerdo de amantes
que no llegaron a tiempo;
pero ella, ella era la excepción luminosa:
una flor sin temor a mojarse los pétalos.
Luego, mis palabras tímidas
se hicieron remos,
tratando de alcanzarla
sin romper la superficie del instante.
Hay almas que se rozan lento,
como si el destino respirara hondo
antes de pronunciar su nombre.
Tal vez, el agua guardó nuestro secreto,
o, tal vez, la lluvia comprendió
la ternura que se me escapaba.
Pero sé que en algún lugar,
bajo un puente o en un reflejo,
aún permea la primera mirada
con la que comenzó a diluirse mi soledad.
Entre trajineras y lluvia la conocí,
como se encuentra
lo que siempre hemos buscado:
sin aviso, sin prisa, sin razón;
solo un corazón mojado,
el rumor enquistado y suave
de algo que pudo ser amor...
