En la antigua mitología griega, cuando los héroes perdían la batalla, se anunciaba la llegada de una serie de calamidades y, por ende, la decadencia de la humanidad como la conocemos. Y aunque erróneamente se piense, que tal castigo divino es lo que destruye a las civilizaciones, lo que en verdad logra tal caos, es la pérdida del equilibrio interno: la falta de sentido común.
La falta de sentido común se ha vuelto una epidemia silenciosa. Tomar decisiones intempestivamente, sin reflexionar o analizar las situaciones. Nos movemos en la inmediatez de la vida, todo lo queremos al momento, sin importarnos las fuentes, los resultados y las consecuencias de ello.
Los griegos llamaban a esto “apatheia”, una total desconexión del alma y de logos, la razón, es decir, aquello que nos orienta. Antes de pensar detenidamente las cosas, reaccionamos impulsivamente. No dialogamos, respondemos; imponemos y juzgamos. Y cuando, de vez en cuando la realidad nos confronta cara a cara, nos desviamos hacia cualquier otra actividad, antes de hacer una introspección y reflexionar.
El sentido común, aunque muy poco valorado, y olvidado en estos tiempos, es una forma de sabiduría ancestral que combina tres cualidades: la pericia, la empatía y la humildad. Es lo que hubiera evitado que Ícaro volara demasiado cerca del sol, y se quemaran sus alas.
Y aunque pudiéramos pensar, que los mitos se quedaron en el pasado, lamentablemente se siguen repitiendo, porque la lección sigue pendiente: sin sentido común, el conocimiento se vuelve altamente peligroso y la libertad, en un total caos. Ya lo hemos visto sexenio tras sexenio con nuestros gobernantes, o con cualquiera que ostente un cargo que implique tener una de las combinaciones más peligrosas que han existido en la humanidad: poder y dinero.
Eso es lo que ha sumido a México en una podredumbre, de la cual parece no poder escapar. Las noticias diariamente nos muestran escenas, que malamente hemos normalizado, como la violencia que impera en varios estados del país. Jóvenes que han encontrado en el narco una forma de identidad con un desinterés total por salir adelante y superarse de manera honrada.
En estos tiempos, Ícaro podría ser esa persona haciendo TikTok presumiendo sus bienes a costa de dañar o perjudicar a otros, para después terminar igual o peor.
En lugar de reconocer nuestros límites, seguimos actuando desde la soberbia y la indiferencia total. Pensamos que la violencia es un problema ajeno, hasta que nos toca a nosotros. Aquí es cuando el sentido común entraría y diría, que ningún país puede normalizar, y menos, aprobar la violencia y el dolor.
Pareciera que las cosas no han cambiado mucho desde el Olimpo hasta nuestros días, porque los dioses se siguen haciendo presentes, solo que con diferentes formas y dones.
Quizá por esta razón, el mundo más que dioses, necesite más humanos, que tengan algo o mucho de cordura. Porque el sentido común, ese dios tan olvidado en el mundo moderno, sigue esperando que lo invoquemos, no con plegarias, sino con acciones.
Cuando los hombres dejan de escuchar la voz de la prudencia, los monstruos regresan. Y en México, esos monstruos tienen nombre y apellido. Y mientras sigamos rindiéndoles pleitesía con un silencio cómplice, seguiremos cayendo como Ícaro, cegados por el brillo del falso poder.
Quizá el primer paso para salir de todo ese embrollo sea recuperar algo tan simple, pero a la vez revolucionario: el sentido común.
Y para qué son las alas, sino más que para volar...
