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Como parte de los esfuerzos gubernamentales para combatir al crimen organizado, algunos gobiernos locales han iniciado acciones de restricción a las presentaciones públicas de eventos o espectáculos en donde se toque este tipo de contenido musical. A nivel Estados, entidades como Michoacán, Nayarit, Querétaro, Aguascalientes y Estado de México se han sumado a estas restricciones, mientras que a nivel municipal Cancún, Chihuahua y Tijuana han hecho lo propio. Se trata de estrategias para disminuir la violencia en nuestro país que algunos atribuyen en parte a la apología al crimen que generan estos videos musicales en donde artistas de renombre nacional e internacional presentan a sus seguidores ofreciendo una visión de enaltecimiento al estilo de vida del narcotráfico y que, supuestamente, afecta a quienes consumen este contenido, particularmente a jóvenes. Cabe mencionar que no hay legislación federal en estos momentos que prohíba este tipo de eventos musicales, por lo que se trata de esfuerzos particulares de gobiernos locales. Ahora bien, desde luego que hay opiniones encontradas, pues es cierto que la restricción afecta la industria musical y a quienes viven de ella, y no necesariamente a los artistas, sino a todo el andamiaje humano que está detrás de cada presentación sin que hasta el momento exista un estudio serio que demuestre el impacto cultural de este tipo de música en la generación de violencia en nuestro país. Existen ya estudios sobre los narcocorridos como fenómeno cultural bajo la denominación de narcocultura, y esta es analizada desde diversas aristas, una de ellas es la narcocultura como generadora de expectativas de vida, y es que en los videos musicales se presentan escenarios de vidas llenas de lujos con vehículos y propiedades de lujo, fajos de dinero, modelos femeninas que parecen ser el premio por acceder al narcotráfico, y ciertamente es un gancho que puede atraer a jóvenes en condiciones de vulnerabilidad y pauperismo. También, el narcocorrido es una expresión desde el poder, ya que representa poderes alternos al Estado y ello incita a quienes gustan de retar a la autoridad y en cierto modo someterla. Sin embargo, aún y con todo esto, el gran problema es la existencia de jóvenes con falta de oportunidades que encuentra una salida fácil a sus problemas económicos, es decir, un Estado que no genera las condiciones para que los ciudadanos salgan adelante. A final de cuentas, como diría Omar Cerrillo: “La censura a la música nunca ha funcionado para erradicar expresiones incómodas a los sistemas políticos. Su naturaleza sonora hace de esta un medio imposible de nulificar; el sonido es una energía que se propaga por cualquier medio material, traspasa muros y conciencias”. Me parece que estamos cayendo en el mismo escenario de culpar a los video juegos de las súbitas matanzas que realizan jóvenes en centros educativos. Así mismo, el prohibicionismo nunca ha sido la solución a los problemas sociales, pues lo mismo pasó con el alcohol en los Estados Unidos en los años 20s. Estoy de acuerdo en que se prohíba la proyección de la imagen de capos en conciertos, pero no en la restricción total de la música ligada al narco en eventos públicos hasta que no exista una investigación científica que demuestre la relación directa con la generación de violencia.