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La guerra ha sido declarada, los participantes resultan ser dos superpotencias con la capacidad de afectar la economía mundial; y lo peor del caso es que ninguna de las dos está dispuesta a ceder, sino todo lo contrario, las respuestas entre China y Estados Unidos han sido golpes arancelarios al comercio con incrementos que iniciaron con el país norteamericano imponiendo aranceles superiores al 100% a ciertas importaciones de productos chinos a partir del miércoles 9 de abril, en respuesta, China anunció un arancel del 84% sobre todos los productos importados de EE.UU., y en contra respuesta, la Casa Blanca anunció que los aranceles a China se incrementaban hasta el 125%. Aún falta la respuesta de China a este nuevo golpe del gobierno de Trump y por lo que se escucha en el discurso político, no parece que alguien vaya a ceder en esta relación de intercambio comercial que deja ganancias de $585.000 millones de dólares al menos en el año pasado. Cabe mencionar que el intercambio es bastante asimétrico, China importa de los Estados Unidos 145 mil millones de dólares anuales, mientras que los Estados Unidos importa 440 mil millones de dólares, es decir, quien debe pagar más por vender en esta relación comercial es China, y aunque los dos pierden, son los asiáticos los que reciben el golpe más duro al ser los Estados Unidos su segundo socio comercial después de la Asociación Nacional del Sudeste Asiático (ASEAN), aunque también la dureza del golpe es relativa, pues el comercio con los Estados Unidos representa para China el 11.2% del comercio exterior. Ahora bien, a nivel mundial estos dos gigantes representan el 43% de la economía mundial según datos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y esto es lo que puede resultar un serio problema para otros países, veamos un ejemplo: China evade aranceles directos impuestos por los Estados Unidos a través de la fabricación de sus productos en otros países y termina colocando estos en el país norteamericano a través de estos países maquiladores que no pagan aranceles o son muy bajos, sin embargo, es una medida ya detectada por el gobierno norteamericano que ahora presionará a estos países para que rompan su relación comercial con China si desean seguir comerciando con el país norteamericano y ello implica serios problemas para países como México y otros más que verían afectados sus flujos comerciales al romper con China por amenaza del gobierno norteamericano y esto bajo la premisa de que China es una superpotencia manufacturera que produce más de lo que consume y que fácilmente puede encontrar otros socios y venderles su productos baratos por el superávit de bienes con que cuenta China en la actualidad. Al final quien terminará perdiendo no son precisamente estos gigantes, y las consecuencias aún son de pronóstico reservado, aunque sin duda procesos inflacionarios pueden presentarse en el corto plazo. La incertidumbre y el riesgo merodean en esta guerra que parece no tener mediador ni alguien dispuesto a ceder.