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Aunque ciertamente el tema ya está por demás politizado, el caso del centro de adiestramiento o campo de exterminio de Teuchitlán, Jalisco, merece una respuesta inmediata más allá de la repartición de culpas; pero en este último punto, me parece oportuno dejar en claro algunas cuestiones: la primera es que los tres órdenes de gobierno son responsables, al final de cuentas el Estado por ley tiene el monopolio del uso de la fuerza, y es rebasado por estos grupos delictivos que cometen atrocidades en sus tres ámbitos, si bien es cierto la autoridad más cercana a los problemas es el municipio, la verdad es que a este último lo dejan siempre con la rebanada más pequeña de presupuesto y en cierta indefensión en cuanto a la capacitación de elementos de seguridad y la manera de abordar en primera instancia este tipo de problemas de inseguridad. El discurso está dividido políticamente entre quienes critican al expresidente Andrés Manuel López Obrador y su estribillo mañanero de “abrazos, no balazos”; y ante esto, la realidad es que durante el gobierno de AMLO, las cifras distan mucho de lo que la gente cuestiona: más de 2,500 laboratorios de metanfetamina desmantelados; bloqueo de 3.2 mil millones de pesos de narco-cuentas por parte de la Unidad de Inteligencia Financiera; decomiso de más de 2 mil 655 toneladas de droga; detención de más de 74 mil 205 personas ligadas a la delincuencia organizada, aseguramiento de más de 59 vehículos relacionados a actividades criminales y que en algunos casos tenían reporte de robo; más de mil 500 enfrentamientos entre fuerzas federales contra criminales; más de mil agresores abatidos por la sedena en enfrentamientos directos. No se trató en ningún momento de una política de abrazos, sino todo lo contrario, el problema, no obstante, es que el gobierno federal en cierto modo minimiza el problema y aunque el mal no nació en la pasada administración, la culpa de la perpetuidad y agravamiento de los problemas de inseguridad sí son culpa de quien gobierna. Por lo tanto, la izquierda en México encabezada por morena como gobierno tiene su parte de culpa en este serio problema de inseguridad que no va a terminar en el mediano plazo; y ya para finalizar, el sexenio de AMLO fue el de una guerra bajo el disfraz de la paz, pues las muertes producto de la guerra contra el narco se incrementaron en 11% con respecto al sexenio de Enrique Peña Nieto, por ello es absurdo hablar de una política de “dejar hacer” “dejar pasar” a la delincuencia en nombre de la paz, pero como el tema está politizado y contamos con una sociedad que no lee y con poca memoria histórica, el problema seguirá en el discurso de la repartición de culpas y no en el de procesar responsables por verdadera omisión o corrupción y la inteligencia para erradicar el verdadero mal que sigue incólume a pesar de gobiernos y estrategias sexenales.