El dos de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas, más de trescientos estudiantes fueron asesinados a manos del Ejército Mexicano y el grupo paramilitar Batallón Olimpia.
Éste, ha sido catalogado, como uno de los delitos más brutales en contra de la humanidad.
Quedó claro, que dejar todo el poder en manos de unos cuantos, no era conveniente y que, a su vez, el Ejército Mexicano, debía estar fuera de los asuntos políticos y civiles.
Pareciera que no aprendimos nada... hoy, de nueva cuenta, el poder está en manos de unos cuantos y el Ejército Mexicano, está ahora a disposición del Presidente de la República, al igual que la Fuerza Aérea, la Guardia Nacional y la Armada de México; eliminando la prohibición para llevar a cabo tareas ajenas a la disciplina militar.
De nueva cuenta la seguridad de la Nación está en manos de un Control Militar, disfrazado de Guardia Nacional. ¿Quién garantizará entonces los derechos civiles de los ciudadanos?, ¿Quién vigilará que los actos de seguridad no vayan más allá de los límites establecidos? Y si tienen fuero, y solo pueden ser consignados bajo un juicio de orden militar, por militares... ¿Dónde está la democracia, la equidad y la justicia?
Éstas y tantas preguntas surgieron en mi mente, luego de recordar lo que pasó hace más de 55 años... jóvenes fueron encarcelados, sufrieron hostigamientos y muchos de ellos, desaparecieron sin dejar rastro alguno.
Según testigos de los hechos, han relatado a lo largo de la historia, que los cuerpos de los jóvenes y los líderes civiles después de la masacre; eran recogidos por grúas y vehículos de carga pesada y llevados hacia un sitio clandestino para ser incinerados y así, desaparecer toda huella del delito.
Bien lo dijo el escritor Octavio Paz: “Pobres mexicanos, que cada 15 de septiembre, gritan por espacio de una hora, para quizás callar el resto del año”
Y hablando de Octavio Paz, quien fuera su esposa, la escritora Elena Garro, mucho tuvo que ver en este movimiento al que se unieron artistas de todo tipo.
Siendo muy amiga de Carlos Madrazo, quien era entonces el dirigente del PRI y archienemigo de Gustavo Díaz Ordaz; fue víctima y verdugo de su propia suerte y de la de su hija también. Fue el chivo expiatorio perfecto. Acusada de ser líder del movimiento. Tratando de defenderse, escribió una declaración titulada: “El complot de los cobardes”, donde responsabiliza a los intelectuales de haber estado detrás del movimiento. La prensa tergiversó la historia, y puso al descubierto nombres como los de Carlos Monsiváis, Rosario Castellanos, Carlos Fuentes, entre otros tantos. Helena Paz, angustiada y enojada, hace una carta abierta donde responsabiliza de todo a su papá, Octavio Paz. Elena tuvo que huir de México sin un peso en la bolsa y con muchos problemas y enfermedades encima, mientras que Octavio, protegido por sus amigos y conocidos, vivió tranquilo, en contraste con los difíciles momentos por los que su familia pasó.
Ahora, Elena es un ícono que resurgió de las cenizas; como Elena Poniatowska decía: Elena Garro, es un género literario... Y si no me creen, lean los recuerdos del porvenir y de paso algo de su biografía, así, quizás aprendamos algo de historia, y no estemos condenados a repetirla. Y para qué son las alas, sino más que para volar...