Arrancamos… La corrupción política es parte de un fenómeno más amplio, la constitución promete todo tipo de derechos que los ciudadanos raramente disfrutan en la práctica." Asimismo, la ley conmina a los funcionarios a comportarse de cierta manera, más ellos o bien hacen lo opuesto cuando se les soborna debidamente o condicionan su ejecución al adelanto de un pago de extorsión. Resulta deprimente pensar que se identifica esta bifurcación entre derecho y realidad como un rasgo definitorio en 1975, mientras que Grazón Valdés hace lo mismo en 1997. Específicamente, los males de la corrupción parecen estar tan presentes hoy como siempre. Argumentaré que hay una discrepancia clave entre la experiencia actual de la corrupción y la pasada. Sostendré que la diferencia es precisamente que hoy la corrupción provoca una sensación de crisis. Como la corrupción parecer ser algo cotidiano hay quien podría sugerir que no nos deberíamos alterar mucho por el asunto. Podría ser que las prácticas "corruptas" simplemente desempeñan una función diferente/en América Latina que en otras partes del mundo. ¿No es cierto que policías mal remunerados muchas veces aceptan sobornos para subir sus salarios cuando el sistema es incapaz de hacerlo por ineficiencia o insensibilidad? ¿Existe realmente una diferencia significativa entre una mordida exigida por un funcionario bien colocado y los honorarios que cobra un consultor, si el servicio que ofrecen es esencialmente el mismo? ¿No están ambas personas sencillamente ayudando a una empresa a arrancarle una autorización imprescindible a las esferas del poder? ¿No será que el clamor en contra de la corrupción es solamente el producto de una moralización excesiva o un intento de exportar conceptos occidentales a un contexto remoto? No cabe la menor duda de que una actitud sermoneadora dificulta un análisis sensato de las causas, los mecanismos y las. consecuencias de la deshonestidad gubernamental. Por lo tanto, la discusión no debería concluir con la observación crucial de que en condiciones de corrupción desbordada las personas con acceso al poder se benefician a costa de los demás. Sin embargo, se debe tener presente que cuando la corrupción es epidémica coarta la funcionalidad y la legitimidad del Estado. La sociedad erige sus instituciones políticas y jurídicas para recabar ciertos objetivos. Cuando estas instituciones operan erráticamente debido a la deshonestidad de su personal, no pueden alcanzar sus metas. La corrupción política hace que el gobierno sea deficiente no solamente funcionalmente, sino también desde la perspectiva de la legitimidad. Cuando el Estado es corrupto, el imperio de la ley y la democracia sufren. La capacidad comunitaria de actuar conforme a la legalidad y la autonomía disminuye. La comunidad honra la noción de la legalidad cuando implementa sus normas de manera consistente y objetiva. Es autónoma cuando se da a sí misma la ley que obedece. La corrupción implica, por un lado, una implementación arbitraria de las normas vigentes y, por el otro lado, la promulgación de normas que no reflejan fielmente la voluntad popular, El Estado democrático de derecho podría gradualmente colapsar. Ya se ha sugerido que lo que es nuevo es la sensación de crisis. ¿Por qué es que parece haber una crisis solamente ahora, si la corrupción ha sido una tradición por tantos años? Evidentemente, no estoy diciendo que la corrupción, así como la divergencia entre el derecho válido y el efectivo no representaban un problema de hace años. Lo que estoy aseverando es que las dificultades aparentemente adquieren una forma diferente hoy. En el presente se sienten como una crisis de legitimación. La corrupción política da la impresión de incapacitar no meramente la funcionalidad del gobierno, sino su legitimidad también. ¿De dónde viene este cambio? Resulta tentador buscar la explicación en el hecho de que hace años la corrupción se suscitó en el contorno de un Estado paternalista en expansión, mientras que actualmente lo que hay es un Estado minimalista, que se eclipsa. En la época actual, con el advenimiento de la democracia latinoamericana, las corruptelas rampantes crean deficiencias de legitimidad que pueden ser letales. Cuando las democracias iberoamericanas derivan hacia la arbitrariedad, su crítica pretensión de legitimidad se erosiona. Su concurrente degeneración acusa un deterioro, por lo menos parcial, de su condición democrática. MI VERDAD.- la crisis emana no de los ajustes menores que se requieren para enfrentar la corrupción política sistemática, sino de la necesidad de una transformación radical que pone la identidad en entredicho. México enfrenta esta adversidad debido a que generalmente operan con un concepto inadecuado de gobierno.