Arrancamos… La virtud cívica la virtud cívica tiene varias interpretaciones. De dos de éstas podrás elegir la que más te interese: una sobre privilegiar el bien común, y la otra, tu disposición a participar en los asuntos públicos. Para otros, la interpretación más atractiva de este tercer ideal es poder participar en asuntos públicos, así de simple. Antes no participábamos en nada, ya que se nos trataba como súbditos; poco a poco se han abierto estos canales de participación debido a la actuación e interés de los ciudadanos en ocupar el lugar que nos corresponde. el elemento diferenciador del republicanismo es la articulación de un lenguaje político en el que las virtudes cívicas y políticas que construyen el bien común tienen prioridad por encima de cualesquiera otros valores y principios."'' De nueva cuenta, el bien común como nota característica, y, más importante, su vinculación con la virtud cívica. Observamos una relación virtud cívica-bien común. Ese tema de la virtud de los ciudadanos y de las élites políticas ha sido olvidado por los gobiernos. Desde que se minimizó la materia de Civismo, resulta que hemos padecido el que, lejos de que se fomente al buen ciudadano, se han dejado de promover los valores. Por el contrario, la tónica ha sido adversa: es notorio que se permitió y no se castigó la corrupción, ya que parte de la clase política también erradicó el civismo de sus quehaceres. En la tradición republicana se desarrolla la investigación histórica y la reflexión técnica sobre el republicanismo, en cuyas ideas principales encontramos la virtud y la ciudadanía, entre otras. La virtud cívica ha sido un punto de análisis de las culturas políticas democráticas, republicanas o liberales, y ha ocupado el estudio de muchos autores, como, por mencionar algunos, Aristóteles, Cicerón, J. Rawls, Tocqueville, Jefferson y aun los propios Maquiavelo y Rousseau. Habría que hacer hincapié en que, de acuerdo con lo expuesto anteriormente, ésta tiene una connotación más relevante en el republicanismo, ya que la acción individual es virtuosa, mientras que la garantía de la estabilidad del Estado es, como se anotó, la virtud de los ciudadanos y de las élites políticas. El discurso de la virtud, que fue históricamente para los republicanos la expresión acabada de la excelencia de la política es el que más nítidamente distingue el pensamiento republicano clásico y moderno de otras tradiciones políticas, y, en particular, de la tradición liberal. La práctica totalidad de los historiadores del republicanismo, en efecto, ha subrayado el papel preeminente que las virtudes cívicas desempeñaron para los autores republicanos. Apoyándose en la teoría aristotélico-polibiana del gobierno mixto y en la noción del bien común, estos autores articularon una concepción política en que la estabilidad de la república dependía de una arquitectura institucional que procurase el equilibrio de poderes entre sus distintos elementos (el monárquico, el aristocrático y el democrático), pero también de la existencia de ciudadanos virtuosos que evitasen el siempre latente peligro de corrupción, cuya fuente estaba en el particularísimo de los intereses personales o faccionales, mediante su entrega al servicio de la cosa pública en defensa del supremo interés colectivo.
MI VERDAD.- El equilibrio de los poderes no es suficiente para la estabilidad de la república.