Mis ancestros nos enseñaron una regla de vida: no hay que confiar en cualquier persona, ni en los amigos.
Se enredaron relatos de batalla y esfuerzo, como hilos de luz que se entretejen en la vastedad del firmamento.
Sin tener la necesidad de pedirle a nadie, lograron llegar a la cima, sin pisar a nadie.
Quizás no soy como mis ancestros, triunfadores y honestos, pero, sin embargo, yo también he llegado lejos con todo lo que he escrito.
Solo he ido aprendiendo de mis propios errores, pero también he tomado los mejores consejos de mis ancestros.
A semejanza de ellos, no requiero de amistades para progresar ¡no! ¿Por qué? anhelar un compañero que solo perciba penumbras en el camino de la vida.
Si quieres en tu vida a alguien que vea tus errores sin decirte tus aciertos, busca a un amigo para que te critique por tus aciertos o quizás te envidie por lo que tengas.