Desde el pasado 28 de agosto debió iniciar el ciclo escolar para niños que cursan la educación primaria. No sucedió así en algunas entidades porque, según sus respectivos gobiernos (azuzados por organizaciones religiosas), los libros de texto gratuitos (LTG) estaban sesgados hacia una presunta “educación o adoctrinamiento socialista”.
Dado que la impresión y distribución de esos libros corresponde, por mandato legal, a la Secretaría de Educación Pública esta cumplió con su elaboración, edición y distribución en los diferentes estados de la República, salvo en dos o tres cuyos gobiernos lo impidieron, para lo cual tramitaron y obtuvieron un amparo otorgado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a instancias del ministro Luis María Aguilar.
El amparo, al menos en el caso de Chihuahua, fue promovido por la Asociación Estatal de Padres de Familia, la organización civil Clínica de Derechos Humanos y hasta por un abogado particular. Todos ellos, defendiendo el “interés superior de los niños chihuahuenses”, impidieron la distribución de los libros en las escuelas primarias de la entidad. Curiosa manera de entender la “defensa de los niños” impidiendo su aprendizaje al impedir la impartición de clases durante mas de seis semanas.
Sin los libros es imposible que los profesores cumplan con su labor. Por eso en Coahuila, otro de los estados “preocupados por el bienestar de los niños”, decidieron pagar con recursos estatales la reimpresión de los libros de texto que se usaron en ciclos anteriores. Al final de cuentas es lo mismo en Coahuila como en Chihuahua pues, en ambos estados, se ha impedido a los infantes ser parte de lo que el gobierno federal ha denominado la Nueva Escuela Mexicana (NEM).
La actitud de la gobernadora chihuahuense, surgida de las filas del PAN, no es tan sorprendente pues encaja en una posición política hostil de su partido frente a todo lo que tenga que ver con la cultura y, especialmente, con la educación de los niños. Esto se hace evidente en la postura de Marko Cortés, dirigente nacional panista, expresada en su instrucción de “desechar los libros de texto gratuitos” o, por lo menos, arrancar las hojas cuyos contenidos cuestionen la visión panista sobre la historia nacional y, en general, sobre todos aquellos aspectos que cuestionan la visión clasista que el panismo tiene acerca de lo que debe ser la sociedad mexicana.
Finalmente parece que la batalla por las conciencias infantiles cobra otras dimensiones con el surgimiento del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que, a través de las secciones locales chihuahuenses ya iniciaron paro de labores hasta en tanto no termine el virtual secuestro de los libros de texto que llevan semanas encerrados en bodegas del gobierno estatal.
Al momento de escribir estas líneas la información era un tanto confusa pues había quienes consideraban que se podía quebrar la voluntad del magisterio con amenazas acerca de sanciones por el paro laboral, pero al ver que esto no funcionó, se analizaban medidas más drásticas, aunque también hay voces dentro del gobierno de ese estado que perciben un riesgo mayor con la participación organizada de los profesores en esta disputa.
Como quiera, el conflicto ha permitido exhibir que los intereses panistas están muy lejos de un compromiso con la cultura y, mucho menos, con la educación de los niños. No es la primera ni será la última vez que veamos al panismo luchar encarnizadamente contra todo aquello que signifique educación y cultura, precisamente porque ello redundaría en la formación de seres humanos más autónomos, más críticos y, sobre todo, más participativos en las problemáticas comunitarias.