Consultor y Analista Internacional en Seguridad,
Inteligencia y Defensa. Presidente Nacional
de la Fundación Mexicanos Uniformados EddyGranny.org
Empiezo a ver nuevamente la serie biográfica de Luis Miguel con mi mujer y me inspiro para escribir sobre quizás el policia más famoso de la historia de nuestro país. De extracción pobre, el Negro nació en Sonora y emigró a la ciudad capital en busca de oportunidades económicas. Durante su infancia y adolescencia, vivió en la colonia Roma de la CDMX. Ahí, entabló amistad con quien sería presidente de México en un futuro, Jose López Portillo, lo que le redituó el ser considerado por éste para ocupar la jefatura de la policía durante su gobierno. Al lograr su ascenso al poder lo nombró jefe de la desaparecida Dirección General de Policía y Tránsito (DGPyT) de la Ciudad de México cargo en el cual se mantuvo durante todo el sexenio. Según las investigaciones efectuadas años después en los archivos de la ahora desaparecida institución y también según el testimonio de muchos oficiales de policía, se encontró que el ambiente que prevaleció durante su ejercicio fue la mordida o cuota que todos los oficiales debían entregarle. La extorsión a sus subalternos era materia conocida por muchos. Instauró también, en 1976 (año en que yo nací) la creación de la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, institución cuya siniestra fama de albergar a agentes policíacos corruptos y despiadados fue célebre entre la población. Dicha corporación fue dirigida por su amigo Francisco Sahagún Baca. Era común que los policías adscritos a esta división "amadrinaran" (protegieran) a delincuentes probados para liberarlos posteriormente a su captura, bajo un espectro de corrupción muy extendido y enraizado. Dentro de esta premisa, los mismos policías capitalinos, ante dicha impunidad tuvieron libertad de realizar asaltos a bancos y a diferentes comercios, así como también la extorsión y privación ilegal de la libertad de muchos ciudadanos que transitaban como cualquier otro en las calles de la ciudad para "sembrarles" delitos variados para inculparlos por estos crímenes que no habían cometido y solapar a criminales de su propia corporación policiaca. La impunidad fue, pues, uno de los rasgos notables de su desempeño como jefe policíaco. La tortura fue otro de los aspectos que prevalecieron en esta corporación, ya que cualquier delincuente que era remitido y no era considerado dentro de los cotos de poder era sometido a interrogatorios bajo actos de coacción ya fuese para confesar sus delitos o bien para aceptar otros no cometidos. Mucha gente inocente fue víctima de sus métodos. Es por mucho el principal ejemplo de acumulación de poder protagónico que no debe volver a repetirse en ningún funcionario público al servicio de nuestra patria.