Finalmente, después de varios meses de acusaciones por parte del gobierno de Estados Unidos contra Genaro García Luna, el “superpolicía” de los regímenes panistas, ha sido declarado culpable de cinco cargos: participación en una empresa criminal continua, conspiración para la distribución internacional de cocaína, conspiración para la posesión y distribución de cocaína, conspiración para introducir cocaína a Estados Unidos y hacer declaraciones falsas a las autoridades norteamericanas en su solicitud de naturalización. lo que le depara un mínimo de 20 años de prisión, si no es que cadena perpetua. Muchos son los ángulos desde los que se puede observar en torno a este suceso. Por ejemplo, lo que algunos analistas comentan en el sentido de que el que verdaderamente estuvo en el banquillo de los acusados es nuestro país y, más específicamente, nuestro sistema de justicia.
Desde esa perspectiva, fuimos juzgados y encontrados culpables de corrupción. Nos ubicaron lejos de una cultura cívica ejemplar, de respeto a la ley y a las instituciones, una y otra vez los testigos dibujaron un país en el que todo se puede, si tienes con que pagar. Nuestro sistema de justicia apareció como una maquinaria lenta y pesada, que solo se mueve si es “aceitada” con “gratificaciones” y “regalos” expresamente prohibidos por la ley. La cultura de la “mordida”, del soborno se presentó como generalizada, como si esa fuera la manera de ser del mexicano. Instituciones fallidas, leyes inaplicadas, conductas al margen de la ley, justo por parte de quienes tienen la obligación de respetarla y hacerla respetar.
Por otro lado, es interesante la forma en la que también se exhibió la justicia norteamericana y sus formas de operación. García Luna fue encontrado culpable por un jurado que no vio un solo video o fotografía que mostrara al exjefe policiaco recibiendo los millones de dólares que se dice que recibió. El mayor peso probatorio, a falta de evidencias, recayó en los testimonios de asesinos presos en Estados Unidos que, a cambio de consideraciones en sus condenas, señalaron a García Luna como un mafioso más que se puso a las órdenes de uno de los cárteles de droga cuando ocupó la Agencia Federal de Investigaciones, bajo la presidencia de Vicente Fox, pero también cuando ocupó la Secretaría de Seguridad Pública, bajo la presidencia de Felipe Calderón. Hay, por supuesto, investigaciones periodísticas que mostraron los lazos que unieron a García Luna con traficantes de drogas.
Otro aspecto que llama la atención es el papel de la prensa mexicana, un papel de complicidad según los mismos testigos que hundieron a García Luna. Y, por supuesto, el rol de aquellos que dieron tanto poder al “superpolicía”, es decir, los expresidentes Fox y Calderón que, a juicio de muchos, también deberían ser puestos a disposición de la justicia por la responsabilidad que les pudiera resultar, dado que cuesta trabajo creer que eran ajenos a las actividades ilícitas de aquel a quien le encomendaron la seguridad de todos los mexicanos.
A García Luna se le declaró culpable, y ahora le toca esperar a que en junio le dicten la condena que tendrá que purgar en la cárcel norteamericana como un “traidor a su país”, según las palabras del fiscal Breon Peace, fiscal federal del Distrito del Este de Nueva York.
El juicio y la consecuente culpabilidad de García Luna tendrá, sin duda, consecuencias político electorales en México, primero en las elecciones locales del Estado de México y Coahuila este año, y luego el proceso electoral federal de 2024. No presagia una elevación en el nivel de las campañas, mas bien todo lo contrario.