Arrancamos… Las ideologías han forjado las teorías sobre la propiedad, la democracia, las fronteras, el salario, los impuestos y la educación. Desde luego, no es Piketty el primero en invertir la noción marxista según la cual la historia de todas las sociedades ha sido en realidad la historia de la lucha de clases. Pero es significativo que un economista de izquierda llegue a la conclusión de que la historia económica está regida por las ideologías. Por ello, el nuevo libro de Piketty es un estudio histórico de las formas en que las ideas han legitimado la propiedad privada, la desigualdad, las fronteras, el sistema fiscal, la justicia y la enseñanza. El eje de su reflexión es la desigualdad. Afirma con contundencia que la desigualdad reposa "sobre construcciones intelectuales e instituciones sofisticadas, que ciertamente no están siempre exentas de hipocresía y de voluntad de perpetuación por parte de los grupos dominantes, y que, sin embargo, merecen ser examinadas de cerca. A diferencia de la lucha de clases, la lucha de las ideologías reposa sobre el reparto de conocimientos y experiencias, el respeto por el otro, la deliberación y la democracia". Habría que decir que, aunque la desigualdad reposa sobre una legitimación ideológica, no son las ideas las que la generan. Es el sistema en su conjunto: la política, la cultura, la economía. Esta noción de ideología es demasiado estrecha para entender las diversas formas en que se legitima la desigualdad. Me parece que es necesario insertar la ideología en la esfera más amplia de la cultura, tal como la entendemos, es decir, como un conjunto articulado de símbolos, ideas, instituciones, hábitos, instrumentos y valores. Es bien cierto que las sociedades, para evitar el derrumbe, deben justificar las desigualdades. Pero esta justificación, más o menos razonada e inscrita en los discursos dominantes, no es suficiente para comprender la legitimidad que han gozado diferentes sistemas económicos. Además, hay que comprender la importancia de las costumbres y los hábitos, a la que se agrega, sin duda, el uso de la fuerza. El discurso de tipo ideológico, que destaca la bondad emprendedora que ha llevado a acumular grandes fortunas para justificar la extrema desigualdad, se suele complementar con la idea de que sería peligroso para la estabilidad sociopolítica el aniquilamiento de las desigualdades. No dudo que este tipo de expresiones ideológicas, fundadas en una peculiar noción del mérito y de la tranquilidad social como motores del progreso, jueguen un papel en la justificación de las desigualdades. Pero la legitimidad que han alcanzado las sociedades democráticas y capitalistas obedece a causas mucho más complejas que no se pueden reducir a la manipulación ideológica. MI VERDAD.- es la lucha de las ideas la que determina el desarrollo de la sociedad.