Una vez que parece que la pandemia por el COVID 19 por fin nos da tregua, se espera una celebración multitudinaria el 2 de noviembre, el Día de Muertos, sin duda alguna la fiesta cultural más representativa de nuestro país. Si bien es cierto los camposantos se abrieron desde el año pasado, muchos prefirieron no acudir a visitar a sus difuntos por el temor que todavía entonces generaba el contagiarse del mortal virus, que se cobró la vida de millones de personas alrededor del mundo.
Declarada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2008, la celebración del Día de Muertos tiene tantas interpretaciones como regiones nuestro país, cuyos rasgos culturales regionales se han fusionado con la tradición prehispánica para dar lugar a la celebración cultural más importante para los mexicanos, y que ya ha trascendido fronteras gracias a los inmigrantes mexicanos que viven en otras latitudes del mundo y que han llevado con ellos sus tradiciones, incluyendo esta.
En la comarca lagunera, se espera que miles de familias acudan a los cementerios con flores, comida y música para recordar a los que físicamente ya no están, pero siguen presentes y más vivos que nunca, igual que esta milenaria tradición. Los altares ya están listos, las flores ya se han cortado, y las ofrendas ya se preparan, solo falta que regresen los festejados, tal y como lo dicta la tradición.
ORIGEN DE LA CELEBRACIÓN DEL DÍA DE MUERTOS
En la época prehispánica el culto a la muerte era uno de los elementos básicos de la cultura, cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán. De igual forma, le colocaban comida que le agradaba en vida, con la creencia de que podría llegar a sentir hambre.
El Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor.
En esta celebración, la muerte no representa una ausencia sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido. En este sentido, se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular ya que comprende diversos significados, desde filosóficos hasta materiales.
Su origen se ubica en la armonía entre la celebración de los rituales religiosos católicos traídos por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos; los antiguos mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.
La celebración del Día de Muertos se lleva a cabo los días 1 y 2 de noviembre, y se divide en categorías: De acuerdo con el calendario católico, el 1 de noviembre corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los “muertos chiquitos” o niños, y el día 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los adultos.
Cada año muchas familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún platillo que le gustaba a sus familiares a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.
Asimismo, las festividades incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces hacer altares sobre las lápidas, lo que en apocas indígenas tenía un gran significado porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la muerte.
La tradición también indica que, para facilitar el retorno de las almas a la tierra, se deben esparcir pétalos de flores de cempasúchil y colocar velas trazando el camino que van a recorrer para que estas almas no se pierdan y lleguen a su destino. En la antigüedad este camino llegaba desde la casa de las familias hasta el panteón donde descansaban sus seres queridos.
En México, la celebración del Día de Muertos varía de estado en estado, de municipio en municipio y de pueblo en pueblo, sin embargo, en todo el país tiene un mismo principio: reunir a las familias para dar la bienvenida a sus seres queridos que vuelven del más allá. (https://www.gob.mx/inafed/articulos/dia-de-muertos-tradicion-mexicana-que-trasciende-en-el-tiempo).