Arrancamos… La coyuntura electoral de 2018 encerraba un misterio.
Las encuestas señalaban que el líder populista había acumulado una enorme cantidad de intenciones de voto.
¿De dónde había surgido esa masa electoral? Ese misterio no se ha disipado todavía, pues no han sido bien exploradas las circunstancias políticas de aquella época.
Muchos de los flujos subterráneos y ocultos de la votación ocurrieron gracias a pactos y acuerdos desconocidos, aunque se sospecha su existencia.
El triunfo del populismo que se veía venir indicaba una gran expansión del descontento y la desesperación.
Creo que con toda razón las elecciones marcarían el momento en el que México cambiaría.
Esto significa que para que ganara un candidato la presidencia necesitaría obtener más de 18 millones de votos, es decir, un tercio del electorado.
La realidad superó con creces los temores de algunos. López Obrador no obtuvo los 22 millones de votos que supusieron ¡obtuvo 30 millones! El desplome electoral del PRI fue espectacular, pues no alcanzó siquiera los 10 millones de votos.
Ricardo Anaya no llegó a recoger los más de 15 millones de votos que los partidos que integraban el Frente habían obtenido tres años antes.
Había ocurrido algo que no era fácil de explicar. Los resultados de las elecciones no hicieron más que ampliar el tamaño del misterio.
¿Cómo explicar que el candidato de un partido (Morena) que tres años antes había obtenido en las elecciones intermedias menos de 6 millones de votos ahora lograra 30 millones?
El misterio que rodea el triunfo de López Obrador era en 2018 Y sigue siendo hoy muy difícil de comprender.
Algo había cambiado en los humores políticos de los mexicanos, en las alianzas soterradas, en las decisiones de los sindicatos, en las inclinaciones de los gobernadores y en las entrañas del gobierno.
Los cambios en el humor de la ciudadanía era algo que se podía detectar fácilmente, pero no era sencillo determinar sus motivaciones y su extensión.
Los intelectuales con frecuencia se debaten entre extremos: sobrevaloran la inteligencia de los ciudadanos o desprecian a la masa popular por su ignorancia y falta de luces.
Ninguno de los extremos nos sirve para entender las coyunturas electorales.
En la vida real se mezclan, a veces de manera insólita, la inteligencia y la estupidez de los electores.
Los debates entre los candidatos durante la campaña electoral no siempre contienen las claves que ayudan a entender la circunstancias en que se produce la confrontación.
Para imaginar el posible desenlace es útil pensar en los sentimientos que predominarán en la franja indecisa, mudable y voluble.
Si imperan en ella la desesperación y la rabia que se ha apoderado de una gran parte de los que se inclinan por el populismo, seguramente ganará Morena. MI VERDAD. - La próxima elección pinta mejor, para bien o para mal.