POR: AGENTE 57
Arrancamos… Una historia nacional tiene personajes y acontecimientos dotados de significado; es una narrativa que le enseña a los ciudadanos de un país quién es el bueno, quién es el malo y quién es el feo, quién el máximo héroe y cuáles sus grandes valores, así como señala al gran tirano y sus terribles defectos que representan lo que todo buen ciudadano debe evitar. Dicha narrativa enseña cuáles acontecimientos fueron gloriosos y cuáles lamentables, cuáles encauzaron al país por la senda correcta y cuáles amenazaron con desviarlo del camino del bien. La historia es una mitología, una construcción simbólica que nos cuenta lo que somos. Al final no importan los hechos objetivos, imposibles de determinar, sino el valor de los símbolos. El Partido de la Revolución creó una mitología basada en la Conquista, una historia de victimización y derrota que ha generado una mentalidad colectiva esquizofrénica, rencorosa, gandalla y que, como niño inmaduro, se exculpa de todo mal, señalando a los culpables siempre afuera; un mitema común en toda versión nacionalista. El sistema político del siglo XX que creó esa mitología y se sustentaba en ella comenzó a desmoronarse desde 1968, vivió una terrible fractura entre ese año y 1989, y pareció renovarse con el cambio de siglo y milenio, cuando nos quisieron convencer de que el cambio de partido en el poder es equivalente a democracia. Esa mitología de conquista y derrota, hay que decirlo, fue útil para sostener un régimen político, pero no permite ningún tipo de renovación en un pueblo. En el año 2018 la misma clase política, nacida y crecida en el seno del tricolor Partido de la Revolución y sus diversos hijos azules y amarillos, se ha tornado color guinda y ha logrado que los mismos parezcan diferentes. En México y en el mundo, nadie tiene mayor capacidad camaleónica que los políticos; a veces eso funciona y a veces no. Eso depende mucho más del pueblo que de los políticos. Nuestra vieja clase política, reciclada y maquillada, y en algunos casos con bótox, ha transformado el panorama; los partidos tradicionales viven su peor decadencia, comenzando por el PRI, y un nuevo partido que recibió de brazos abiertos a todo aquel que quisiera lavar su pasado se convierte en el nuevo símbolo de democracia y justicia social. México se enfrenta a la posibilidad de renovarse, lo cual dependerá más de su pueblo que de sus líderes. El nuevo grupo en el poder ha generado confianza y esperanza en la mitad del pueblo, lo cual sólo puede ser bueno, pero lamentablemente despierta temor, y hasta pánico, en la otra mitad, lo cual sólo puede ser negativo. La correcta actuación de los dos actores del pacto social, el pueblo y el gobierno, será fundamental para renovar a México. La obsesión por tener la razón, por imponer dicha razón de la forma que sea, sin considerar siquiera las razones de los otros, es lo que ha convertido a este país (y a este mundo) en un campo de batalla. El debate entre ideologías y posturas políticas, representadas por personajes que siempre son adulterados y adaptados según las necesidades, es la prueba fehaciente de que la narrativa histórica es siempre una mitología, un discurso político y un conjunto de símbolos.
MI VERDAD. – Ahora la nueva narrativa es la de las tres transformaciones más la 4t.