POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
Dicen que es una derrota para López Obrador, otros dicen que es una victoria del presidente. El hecho es que la iniciativa de ley obradorista para revertir la reforma eléctrica de Peña Nieto no prosperó, no reunió los votos necesarios para convertirse en una nueva ley, una que recuperaría para el Estado mexicano la rectoría sobre el mercado de electricidad. Las cosas quedan como están y los negocios de Iberdrola, donde cobra como empleado Felipe Calderón, seguirán floreciendo a costa del erario nacional que seguirá destinando recursos públicos para una Comisión Federal de Electricidad subordinada a los intereses privados.
La reacción del ejecutivo consistió en ratificar la acusación de traidores a la patria a los 223 diputados que votaron en contra de la iniciativa presidencial, acusación retomada por los dirigentes del partido Morena que ya organiza una campaña de identificación y repudio a los diputados opositores. Vale recordar que la traición a la patria ya no se castiga con la pena de muerte, con el fusilamiento como antes. Desde 2015, si mal no recuerdo, traicionar a la patria mexicana se castiga con cárcel y con fuertes multas, pero no con la pérdida de la vida. Ni siquiera con cadena perpetua. Pero si con el ostracismo social, con los señalamientos de quienes se sienten traicionados. Y ese es, me parece, el objetivo de señalar públicamente como traidores a quienes votaron es sentido contrario al oficialismo. La idea es que el castigo para esos diputados y sus partidos sea, justamente, el voto de castigo en las próximas contiendas electorales.
Así el concepto de patria se devalúa, se convierte en algo cada vez más difícil de precisar. Para unos, los obradoristas, patria es el Estado imponiendo límites a los negocios privados, particularmente los que tienen que ver con los recursos naturales, aquellos que son, según nuestra Constitución, propiedad de la nación, es decir, de todos los mexicanos. Para los otros, los opositores, patria es la posibilidad de convertir esos recursos naturales en mercancías, en objetos de compraventa susceptibles de apropiación privada sin siquiera imponer el que sean mexicanos quienes se apropien de lo que es propiedad nacional.
Por supuesto, patria es mucho más que la tierra que nos vio nacer, mas que los recursos naturales, mas que los paisajes. Patria es la gente que comparte una historia, que tiene un pasado común, que se llena de orgullo cuando se siente parte de una estirpe de individuos y grupos que arriesgaron todo y que muchas veces lo perdieron todo, excepto la dignidad. Pero, me parece, no es esa patria a la que se refieren obradoristas y opositores cuando mutuamente se acusan de traición a la patria.
En realidad, lo que ambos bandos pretenden es encarnar aquellos valores con los que se identifican los mexicanos, especialmente aquellos que, por su calidad de votantes, decidirán quién gane las Gubernaturas de los estados de Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas. Adicionalmente en Durango se disputan 39 presidencias municipales, 39 sindicaturas y 327 regidurías, mientras que en Quintana Roo la disputa es por 15 diputaciones de Mayoría relativa y 10 diputaciones de Representación Proporcional, aparte de la Gubernatura.
De manera que la escenografía ante la que se presentan las mutuas acusaciones de traición a la patria es tan solo eso, un escenario con mucho artificio, una campaña para obtener votos descalificando al contrario sin presentar propuestas que impliquen la posibilidad real de participación ciudadana.
Por supuesto, eso no implica desconocer que, en el fondo, hay una gran disputa por la nación entre dos proyectos de país hasta ahora mutuamente excluyentes.
