Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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LA PAUSA / 812


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Por:
Sin Censura
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11-02-2022
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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

La construcción de un orden neoliberal, vigente hasta nuestros días, tiene alcances que van más allá de los límites nacionales. Esa es una de sus características, su necesidad de crecimiento incontrolado sin respetar los límites de las fronteras de cada país.

La liberalización del comercio es, en realidad, el abatimiento de los mecanismos que las naciones crearon para proteger sus industrias nacionales ante el embate de los países industrializados que requerían del acceso a los recursos naturales de países en desarrollo. Una vez que lograron ese acceso lo que buscaron luego fue el mercado, es decir, la conversión de las poblaciones tercermundistas en consumidores de los productos industrializados.

La presión, a través de la ONU, empezó con el impulso al Acuerdo Generalizado de Aranceles (GAAT, por sus siglas en inglés) que, finalmente, daría lugar al nacimiento de la Organización Mundial del Comercio. Con estos mecanismos los países acordaban abrir sus fronteras, reducir sus mecanismos de protección y dar lugar a una nueva era de intensificación comercial que permitió a los países más desarrollados acomodar sus excedentes.

Luego vendrían los tratados comerciales por regiones y un sin número de alianzas comerciales que transformaron la competencia entre países a una competencia entre bloques. AL final, de lo que se trataba era de permitir que los grandes productores pudiesen vender las mercancías que ya no encontraban acomodo entre sus propias poblaciones o en las de sus aliados.

Si para los años 80 Estados Unidos ya era nuestro principal socio comercial, esto se reafirmó a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio que México firmo con los norteamericanos y Canadá. Pero, además, se buscaron o reafirmaron vínculos con otros países que nos permitieran diversificar nuestra economía y disminuir nuestra dependencia respecto de Norteamérica. Uno de esos países, que no el único, es España, nación con la que tenemos profundos vínculos históricos, culturales y comerciales.

Quizá el evento que más reafirmó nuestros lazos con la península ibérica consistió en el refugio que el presidente Lázaro Cárdenas ofreció a muchos de los españoles que huyeron de la persecución que el dictador Francisco Franco ejerció contra todos aquellos que habían logrado establecer una República española, misma que fue aplastada por la sublevación militar encabezada por Franco.

Muchos de esos refugiados eran intelectuales, académicos, literatos que rápidamente se integraron a la vida nacional logrando la creación de grandes instituciones que, sin duda, impulsaron el desarrollo educativo y cultural de México. La inevitable ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países impidió o puso “en pausa” el intercambio cultural y económico entre ambas naciones hasta su restablecimiento con el envío de Díaz Ordáz como embajador mexicano en España.

Hoy tenemos con los españoles un intercambio comercial de alrededor de 10 mil millones de euros al año, con un crecimiento de entre 15 y 25 por ciento anual, lo que hace que España sea nuestro principal socio comercial en Europa. El intercambio cultural también es intenso, pero al parecer, la forma de hacer negocios ha generado sombras acerca de quién gana y quién pierde en estos intercambios. La acusación de que algunos inversionistas españoles invierten en nuestro país con una visión muy cernada a la de los conquistadores de 1521, hace que López Obrador les recuerde a cada momento que ya no somos tierra de conquista. Se refiere particularmente a compañías como Iberdrola, OHL y alguna otra que, confabulados con los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto expoliaron a nuestro país. Por eso amenaza con poner las relaciones diplomáticas “en pausa”. Habrá que ver la reacción española ante esta posibilidad.

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