Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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LOS PATOS (O GANSOS) Y LAS ESCOPETAS / 791


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Por:
Sin Censura
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11-07-2021
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

Con la inauguración de la nueva sección de las mañaneras se inicia también una nueva forma de relación entre prensa y políticos, presidencia de la República, en este caso. Diálogo circular, o algo así, le llaman en Palacio Nacional. Se trastoca así un vínculo, un tanto peculiar, que durante muchos sostuvieron los medios de comunicación con el poder ejecutivo, una relación en la que cobraba más por lo que se ocultaba que por lo que se publicaba.

Para que en un país como el nuestro pudiera florecer el autoritarismo que nos caracterizó durante muchos años, se requería que el gobierno, particularmente el poder ejecutivo, pudiera ejercer su autoridad sin límites, ni legales ni políticos, y para ello requería tener el control de los otros dos poderes, el legislativo y el judicial. Per además de controlar presupuestos, aparatos represivos, leyes, jueces y magistrados se necesitaba también controlar los puntos nodales para la existencia y subsistencia de los medios. Por eso, radiodifusoras y televisoras existen gracias a una concesión que el Estado les otorga, justo a través del poder ejecutivo, es decir, la presidencia de la República.

Para controlar a los medios impresos, que hasta hace algunas décadas eran los más importantes y poderosos, el Estado mexicano creó desde los años treinta del siglo pasado una empresa llamada Productora e Importadora de Papel, Sociedad Anónima, empresa gubernamental que tenía el monopolio de la fabricación e importación de papel periódico, insumo fundamental para la existencia de diarios y revistas en México. Tan simple como cortar el suministro al medio impreso que osara atacar el gobierno federal en turno.

Además, estaba el presupuesto dedicado a comprar publicidad para promocionar las actividades de las diversas instancias gubernamentales, recurso al que se hicieron tan adictas algunas publicaciones que, literalmente, vivían del erario público. El manejo discrecional de este recurso permitió al entonces presidente López Portillo decir que “no pago para que me peguen”, como justificación de la decisión de negar la contratación de publicidad con el semanario “Proceso”, revista que fue tan crítica como solía serlo en los tiempos en que la dirigía su fundador, Julio Sherer.

Luego se puso de moda el cochupo o embute, hoy llamado chayote, y que no es otra cosa que el pago para que los medios digan lo que los funcionarios quieren o, sobre todo, para que callen lo que los medios saben y que sería muy costoso, políticamente, para los funcionarios si el público lo supiera. Así el chayote es la institucionalización de una relación de complicidad mercantil en la que se intercambia información por dinero (público, casi siempre) o favores de muy diverso tipo y casi siempre ilegales.

De manera que la relación que se cultivó durante muchos años entre periodistas y funcionarios fue muy parecida a la de los patos y las escopetas, solo que en el caso de nuestro país siempre hubo manera de “convencer” a los escopeteros de apuntar hacia otro lado, o simplemente de no apuntar y mucho menos disparar. Ahora, con López Obrador, pareciera que se trata de que las escopetas ya no apunten tan impunemente a los gansos (como caricaturizan dibujantes y columnistas a quienes encabezan la 4T), sino qué, ahora, sean los funcionarios, encabezados por López Obrador en las mañaneras, quienes exhiban las mentiras y falsedades, presuntas o reales, de periodistas y medios que no tienen más remedio que acudir a sus audiencias, usualmente minúsculas en comparación con los seguidores de AMLO.

Ahora son los gansos los que le tiran a las escopetas. El resultado es de pronóstico reservado.

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