POR: PEDRO BELMARES O.
Todavía recuerdo tu mirada y tu particular sonrisa. Te alegrabas cuando nos veías bajar del carro diciendo ¡ahí vienen mis periquines! Recuerdo que tu casa fue mi lugar predilecto, donde todos mis miedos se iban. El amor que yo siempre sentí por mamá Martha y por ti siempre me cobijo y, no lo niego, fui tu nieto más consentido. Pero creo que para todos mis primos fuiste alguien especial, a mis primos los más grandes les dejaste muchos consejos, para ellos fuiste un maestro que gracias a ellos hoy son hombres de bien y padres ejemplares.
Recuerdo una fiesta en tú casa que bailaste con todas tus hijas, te veías tan feliz y tan orgulloso de tu familia, siempre vi el amor que se tenían tú y mi abuela.
Fue la última vez que te vi por la ventana del hospital, tu adiós nos dejó sin ver más ya tus alegrías, fue ahí que comprendí qué era la muerte.
Aun en mi mente veo a mamá Martha llorar en aquel panteón, y a mis tíos, tías, primos, primas desconsolados, yo aún no entendía que ya no te iba ver, nos dejaste solos y quizás ya sin ti no fuimos los mismos, pienso yo.
Pero en mi sigues tan vivo, en mi corazón que a diario recuerda tus dichos, tus frases. Yo pienso: mi abuela y tú que ahora están juntos y nos ven que aún estamos unidos, tus hijas y tus nietos, y que solo pido que ores por nosotros.
Te amamos papá Yeyo.
