POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
Cuando uno vuelve a leer el desplegado que firmaron 650 intelectuales, académicos, escritores y personajes diversos llamando a defender la libertad de expresión, se da uno cuenta que, por mas que se dediquen al trabajo intelectual, nomás no alcanzan a explicarse el momento que estamos viviendo. Siguen usando conceptos viejos para acontecimientos nuevos y, por eso, sus conclusiones poco o nada tienen que ver con la realidad que pretender analizar. De hecho, ni siquiera atinan a nombrar la circunstancia en que hoy se desenvuelve la política nacional. Acostumbrados a que los actores sociales tengan el comportamiento que han tenido desde 1982, no se explican como es que algo que ellos afirman que no existe, eso que algunos llaman “pueblo”, sirve para sostener a un gobierno tan antidemocrático y autoritario como el de AMLO.
Niegan la existencia del pueblo, pero denuncian la práctica del populismo desde el gobierno. ¿Cómo puede alguien manipular al pueblo si este no existe? Lo único que los 650 intelectuales “abajofimantes” demuestran es que ya no pueden hablar o escribir desde una intelectualidad supuestamente neutral, desde una torre de marfil situada por encima de las pugnas que caracterizan a toda sociedad desigual, como la nuestra. Esos 650 escribanos que denuncian los riesgos a la libertad de expresión no han entendido que los “sin voz”, los sectores tradicionalmente invisibles ahora emergen con una voz potente, y se hacen visibles porque tienen un aliado que ha despreciado los espacios en los que se gana notoriedad como los noticieros, los programas de opinión, las páginas editoriales de los diarios, en fin, todos aquellos sitios en los que se escuchan voces diferentes, pero recitando el mismo discurso. En lugar de esos espacios, la conferencia de prensa matutina del presidente, mejor conocida como la “mañanera”, se ha posicionado como el momento y lugar en el que se marca la agenda cotidiana.
No entienden como es que los mudos ahora toman la palabra, que los antes invisibles ahora tienen una presencia estridente. Pareciera que ni siquiera entienden que no entienden. Bueno, alguno sí, como es el caso de Mauricio Merino que ya se dio cuenta que los poderes que se acumulan en la presidencia día tras día tienen su explicación, al menos en buena parte, en “la potencia del resentimiento social exacerbado por los agravios del pasado”, es decir, por el llamado periodo neoliberal en el que el pueblo estaba amordazado o dopado, a tal grado que se volvió mudo, invisible. Merino tiene razón cuando afirma que en la lógica de López Obrador “no hay un proceso de reforma sino una revolución. Y las revoluciones, por definición, no admiten tregua, ni respiro, ni desviación alguna.”
Y si los que se dedican profesionalmente a pensar, es decir, los que viven de eso, no les alcanza el intelecto para explicarse la actual coyuntura, ¿Qué se puede esperar de quienes encabezan y patrocinan engendros como el de FRENAAA? Si para algo ha servido esta movilización, ha sido precisamente para ilustrar el “pensamiento” de quienes se sienten dueños del país y consideran al presidente “su empleado”, “su gerente”, exactamente como consideraron a quienes ocuparon la presidencia desde 1982 hasta 2018. Es la derecha en su laberinto.
Pero en la acera izquierda tampoco cantan mal las rancheras. El proceso electoral para determinar la dirigencia del partido gobernante la ha quedado tan grande que ha tenido que intervenir el Tribunal Federal Electoral. Morena ha demostrado que no puede gobernarse con autonomía. Es más, ni siquiera siendo conducido de la mano por el TRIFE es capaz de arribar a la democracia.
