POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.
Aunque, en general, la población mexicana ha sido reacia a seguir las indicaciones médicas para enfrentar el coronavirus, hay lugares en los que el comportamiento ha sido aún peor. Ese parece ser el caso de La Laguna, tanto de Coahuila como de Durango. Con más de medio millar de casos confirmados en la Comarca Lagunera y 35 decesos hasta el día 27 de mayo, nuestra región se presenta como la de mayor letalidad respecto de ambos estados.
Es cierto que nuestros vínculos con los Estados Unidos (sobre todo en lo que se refiere a flujo de migrantes) pudieran explicar, al menos parcialmente, la cantidad de casos detectados, dado que es relativamente constante el ir y venir entre el vecino del norte y nuestra región. Al menos hasta antes de las restricciones en la frontera. Por eso se explica que algunos de los primeros casos a nivel nacional, se hayan presentado en nuestra región.
Sin embargo, el incremento constante en los casos pareciera tener que ver con el manejo de la información “técnica”, es decir, con las recomendaciones médicas dirigidas a toda la población. De manera que cuando escuchamos que “la curva se está aplanando” o que “estamos domando a la pandemia” pareciera que nos dicen “ya no hay peligro, ya pueden abandonar el confinamiento”.
Por lo anterior, cuando se presenta una fecha que nos recuerda el compromiso de expresar afecto, nos lanzamos a las calles a comprar el regalo con el cual manifestaremos el cariño que somos incapaces de mostrar cotidianamente. Todo esto con las consecuencias que luego se verán, una semana después, más o menos, en las cifras de infectados por el coronavirus. Así, parece haber una relación entre los festejos del día del niño y del día de la madre con los casos presentados al final de la primera y segunda semanas de mayo. Es cierto que el confinamiento es tedioso y, a veces, desesperante. Esto en buena medida por la crónica incapacidad para vivir en familia las 24 horas de cada día.
Además, la pandemia también ha servido para mostrar las múltiples deficiencias de nuestro aparato gubernamental. Y no solamente me refiero a las carencias de infraestructura, física y humana para atender la pandemia. Además de lo anterior está la gran dificultad de gobiernos para establecer relaciones que permitan que su labor efectivamente sea de utilidad para los ciudadanos.
Cómo ejemplo de esa incapacidad está el conflicto entre gobierno federal y algunos estatales por el manejo de información y atención ante la pandemia. Pero, sobre todo, por el uso de los recursos que ha desnudado uno de los pilares de nuestro sistema presidencialista, a saber, el muy injusto esquema de captación y distribución de recursos fiscales. Injusto porque es el gobierno federal el que centraliza las captaciones y, de manera discrecional, los redistribuye. En un sistema federal, como el nuestro, no aplica la comparación que hacen algunos gobernadores de lo que su entidad aporta con lo que la federación le devuelve. Lo que hay que plantearse es lo que cada entidad aporta respecto de lo que la república necesita. De la otra manera, sería legitimar los reclamos que algunos grupos locales respecto de la relación fiscal entre gobiernos estatales y municipales. Sería darle la razón a los que pugnan, por ejemplo, por separar a la Comarca Lagunera respecto de Coahuila y Durango.
Tan absurdo como el rechazo del alcalde lerdense a las pruebas de covid que el gobernador coahuilense ofreció porque “sí nos ayuda para saber internamente que haya un caso extraordinario, pero no oficialmente…”.
