Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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La pandemia en tiempo de elecciones / 742


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Por:
Sin Censura
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09-05-2020
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

En la colaboración anterior decíamos, citando al sociólogo francés Robert Castel, que ahí donde triunfa el individualismo pierde la sociedad porque se vuelven ausentes las regulaciones colectivas que permiten enfrentar, sin tanta incertidumbre, los avatares de la existencia. Justo lo que ahora observamos en la sociedad norteamericana, la más afectada por la pandemia del coronavirus. Es donde más contagiados hay, donde más gente ha muerto y donde el número de contagios y fallecimientos crece día con día. Es, por tanto, donde más restricciones debería haber y, sin embargo, es donde más pronto están aflojando las medidas de confinamiento. Es en las ciudades en las que el contagio es mayor donde se empieza a permitir la reapertura de establecimientos comerciales e industriales.

En un país como Estados Unidos, en donde la conducta se rige por la ideología del éxito individual, salen sobrando las instituciones que cuidan el bienestar común. De hecho, estorban. Por supuesto que no es tan solo la ideología. La estructura misma de la sociedad, la posibilidad de satisfacer las necesidades, de procurar el sustento o de atender la salud, todo está diseñado en un contexto individualista en el que si no trabajas no comes. Hay amplios sectores sociales norteamericanos que prefieren enfrentar el coronavirus antes que el confinamiento que los priva de ingresos.

“Tenemos que ser guerreros” les dice Donald Trump cuando observa que sus rivales, los chinos, ya tienen bajo control la pandemia y ponen a trabajar, a paso acelerado, su maquinaria económica. Ser guerreros significa tener disposición al sacrificio, como en cualquier guerra. Reabrir fábricas, cines, restaurantes ciertamente reactivará la economía, pero ¿a qué costo? ¿Cuántas vidas hay que sacrificar? Esas son las preguntas que hoy se hacen los que toman las decisiones en Norteamérica. Y para facilitar las respuestas minimizan la información disponible, afirman, empezando por Trump, que las cifras de muertes y contagios son exageradas. Los expertos, por el contrario, consideran que hay un enorme subregistro y que, por tanto, es mucho mayor el costo humano que la sociedad norteamericana está pagando por la forma en que se gestiona la crisis.

“¡Es la economía, imbécil!” le espetó Bill Clinton en la campaña presidencial a G. Bush padre y, con ello, le ganó el derecho a ocupar la Casa Blanca. Desde entonces los políticos norteamericanos han reducido a sus conciudadanos a la categoría de seres que solo trabajan para consumir, y solo consumen para conservar el empleo. A Clinton le funcionó, y con la oferta de reactivación económica ganó las elecciones.

Ahora estamos a unos meses del proceso electoral presidencial en Estados Unidos y el discurso de Trump va en la misma dirección que siguió Clinton, solo que ahora estamos en medio de una crisis sanitaria y económica que pareciera que obliga a elegir entre la bolsa o la vida. Y al parecer el discurso le funciona, pues ya hay manifestaciones de ciudadanos que exigen el retorno al trabajo y el fin de las restricciones a la movilidad. Nada está escrito, pero si algo le interesa a Trump no es la salud de sus conciudadanos.

En México la pandemia nos agarró movidos también en ese aspecto. El próximo año hay elecciones intermedias, las más importantes para un presidente que tiene un proyecto político que enfrenta muchas y muy poderosas oposiciones. Las mismas que lo derrotaron en 2006 y en 2012. Sólo que ahora es presidente y en sus haberes están treinta millones de votos. La correlación de fuerzas es diferente, pero el encono es mayor y, por tanto, el riesgo de la incivilidad también.

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