Torreon, Coah.
Edición:
18-Nov-2024
Año
21
Número:
927
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DEMOCRACIA SIN ADJETIVOS / 696


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Por:
Sin Censura
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23-03-2019
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Edición:

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POR: MIGUEL ÁNGEL SAUCEDO L.

 La sensación de haber sido víctima de un gran engaño,

las evidencias de la más alucinante corrupción, la abrupta y continua fluctuación de expectativas,

todo ello y el sacrificio cotidiano e incierto que impone la crisis, se ha enlazado hasta formar un nudo difícil de desatar,

un nudo hecho de azoro, arbitrariedad, cinismo, depresión, angustia y, sobre todo, incomprensión.

Enrique Krauze.

Las palabras de Krauze que arriba se citan a manera de epígrafe, podrían corresponder a la descripción del estado anímico de la ciudadanía después de casi cuatro décadas de gobiernos neoliberales, pero no es así. La queja krauziana es contra los gobiernos priistas, particularmente contra el de López Portillo, y la expresa a otro gobierno priista (de Miguel de la Madrid) en el que deposita la confianza de que, por fin, entierre el corporativismo y abra las puertas a la nueva ideología neoliberal que tenía embelesados a intelectuales que, como él, soñaban con una democracia que fuera así nomás, democracia a secas, sin calificativos.

El ensayo que da nombre al libro que lo incluye (Por una democracia sin adjetivos) fue escrito en noviembre de 1983 y en él hace un balance de los gobiernos emanados de la revolución para concluir que ese tipo de gobierno agotó sus posibilidades y, además, dejaba en la ciudadanía un sentimiento de profundo agravio que, dice Krauze, “arroja una sombra de desconfianza sobre los regímenes herederos de la Revolución.” A pesar de que Miguel de la Madrid pertenecía al mismo partido que López Portillo, formaba parte de una nueva camada de priistas, educados en Estados Unidos y con un pensamiento formateado neoliberalmente. Con estudios en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy y en la Universidad de Harvard, De la Madrid aparecía ante los ojos esperanzados de Krauze como el presidente de la austeridad y el realismo.

La esperanza krauziana veía a De la Madrid como el “cirujano” que aplicaría al “paciente” (el pueblo mexicano) una cirugía “durísima”, una terapia intensiva a la que nunca se atreve a llamarle por su nombre pero que no es otra cosa que la ortodoxia neoliberal que, ciertamente, sería durísima porque implicó despidos masivos de trabajadores estatales, sobre todo aquellos que ofrecían servicios de asistencia técnica al campo, además de restricciones presupuestales que recortaron drásticamente los bienes y servicios que desde el Estado se ofrecían a la gente referentes a la salud, alimentación y educación. Sin embargo, los apoyos a empresarios no sufrieron ningún recorte, para ellos no hubo aplicación de la medicina neoliberal.

“Confiar en la gente, compartir y redistribuir el poder, es la forma más elevada y natural de desagravio”, le aconsejaba Krauze al presidente de entonces, consejo que le regatea al presidente de ahora. Las consultas a la gente le parecen al historiador expresiones de populismo, de mesianismo peligroso. Desde que López Obrador era el Jefe de Gobierno de la ciudad de México ya inspiraba en Krauze (y en aquellos que se sienten representados por él), un miedo mezclado con odio y desprecio clasistas que los hizo actuar en consecuencia. Son los que convirtieron a AMLO en un peligro para México en 2006, descarrilaron su candidatura en 2012 y lo volvieron a intentar en 2018.

Hoy aparecen cada vez más indicios de que el historiador Enrique Krauze es, desde siempre, un intelectual orgánicamente subordinado a los intereses de una clase que ha medrado los recursos públicos desde hace casi cuatro décadas y que forma de eso que él mismo llama “los vicios y costumbres que, en el gobierno y en la sociedad, han bloqueado nuestro progreso político”.

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