La mejor columna política de La Laguna, por SinCensura®.
Rubio vino, habló… y puso la agenda.
No hubo negociación, no hubo cortesías. Desde Washington se trazó un programa con tiempos y objetivos; México solo tomó nota. Claudia Sheinbaum presume que “no se firmó nada” y eso lo vende como triunfo, pero la realidad es otra, Marco Rubio dejó que la embajada hiciera su trabajo y después mostró su rostro real: duro, intransigente, sin espacio para matices.
Juan Ramón de la Fuente fue interrumpido varias veces, incapaz de concluir sus explicaciones. La Marina y la Sedena, ausentes a petición expresa de los norteamericanos. Y Sheinbaum, reducida a breves intervenciones.
En la mesa se habló de todo: la calidad del Poder Judicial, los vínculos de jueces y magistrados con el crimen organizado, el fraude de una elección que en ojos de Estados Unidos huele a infiltración del narco.
Pero también aduanas: Rubio planteó modelos mixtos al estilo Canadá. Presentó los cuatro ejes del Proyecto Portero, que incluye la remoción de funcionarios aduanales, la revisión de contrabando de combustibles y la exigencia de una respuesta mexicana en 45 días. Ojo: hay investigaciones estadounidenses en curso.
El acuerdo fronterizo fue solo un distractor para calmar a los medios. En realidad, Rubio se llevó la facultad de coordinar acciones conjuntas: inteligencia, programas binacionales, incluso la propuesta de usar tecnología militar gringa en México. Sheinbaum dijo “no” a la intervención directa, pero aceptó abrir la puerta en forma de “capacitaciones” bajo el DN-III. Traducción: la instrucción militar estadounidense aterrizará en México, disfrazada de cooperación.
Trump fue el fantasma en la mesa. Se habló de aranceles, de la revisión del T-MEC en 2026, y de que México deberá “cooperar”. ¿Amenaza velada? ¿Advertencia estilo Trump? Nadie lo aclara.
Lo que sí quedó sobre la mesa fue la bomba: se mencionó que funcionarios del actual gobierno estarían metidos con el narco, algunos incluso como jefes de plaza. Nadie soltó nombres, pero el dato ahí quedó.
De regreso a México, Sheinbaum sonrió. Se burló de Alejandro Moreno y Roberto Gil, presumió sus 14 llamadas con Trump y celebró que Rubio declarara que “hay cooperación, respeto y soberanía”.
La presidenta vendió el encuentro como éxito diplomático, pero la realidad es que fueron 90 minutos de pesadilla, con un guion escrito en Washington y un reparto secundario en Palacio Nacional.
En paralelo, la Secretaría de Gobernación prepara la reforma electoral. Dos bombas listas para explotar: la desaparición de plurinominales, ni en Morena hay consenso, menos en PVEM y PT; y la eliminación de los OPLE. Nadie la defiende en público, pero en privado reconocen que sería un retroceso.
El lunes llegó con sorpresas.
El gobierno entregó a la Cámara de Diputados, casi al filo del plazo constitucional, el Paquete Económico 2026: Ley de Ingresos, Presupuesto de Egresos y Miscelánea Fiscal.
El retraso no fue gratuito. Hubo cabildeo intenso: la industria refresquera peleó contra el aumento al IEPS, los agentes aduanales temieron la reforma que anuncia Ernestina Godoy y los banqueros recibieron advertencia: se acabó deducir sus aportaciones al IPAB.
No hay impuestos nuevos, dicen. Pero sí aumentos: bebidas azucaradas, productos “chatarra”, alcohol y cigarros. Todo envuelto en una cruzada por la salud pública, aunque la motivación real sea llenar la caja sin meterse en la gran reforma fiscal que tarde o temprano será inevitable. El IEPS, otra vez, se convierte en la gallina de los huevos de oro.
La reforma anunciada para la legislación aduanera se presenta como “proyecto de gran calado”. Traducido: ajustes en incentivos y tarifas de importación, más control y más recaudación.
No es casualidad. Las aduanas dejaron 836 mil millones de pesos en siete meses, un cuarto de lo que recauda Hacienda. Sin turismo seguro y con petróleo estancado, las aduanas son la joya fiscal… y la mina de conflictos.
Son 10.1 billones de pesos para gastar en 2026, 5.9% más que este año. Ingresos estimados: 8.7 billones, 4.6% más. La brecha se cubrirá con deuda: 1.8 billones de pesos, más que los 1.4 de este año. El déficit crecerá al 4.3% del PIB y el costo financiero de la deuda al 4.1%. En simple: el gobierno seguirá usando la tarjeta de crédito para pagar gasto corriente.
Pensiones: la gran bomba. El presupuesto para pensiones será de 2.3 billones de pesos, casi una cuarta parte del total. Las contributivas —las de quienes trabajaron y cotizaron— crecerán apenas 0.5%. Las no contributivas —programas sociales— subirán 13.2%. En otras palabras: el gasto electoral se consolida como prioridad.
Para dimensionar: al sector salud se le destinan 996 mil millones y a inversión 1.25 billones. Juntos apenas igualan lo que se gasta en pensiones, mayoritariamente no contributivas. Una barbaridad.
El golpe más inmediato lo resentirá el comercio. Coparmex, Concanaco y ANTAD ya levantaron la voz. El aumento al IEPS amenaza la red de abasto tradicional: tienditas de barrio, cadenas medianas y grandes superficies. El riesgo es claro: cierre de negocios, más piratería, más informalidad. Y todo en un contexto donde el pequeño comercio ya sobrevive a la inflación, la inseguridad y la extorsión criminal.
El gobierno promete disciplina, pero apuesta a la deuda y al consumo popular para financiarse. La pregunta es obvia: ¿cuánto tiempo más podrá sostenerse un modelo que gasta más en dádivas que en salud o en inversión productiva?
Porque lo cierto es que el presupuesto 2026 no se construyó con planeación… Se armó con la tarjeta de crédito en la mano.
¿De qué tamaño es la red para que ya cuente tres muertos sospechosos?
El contralmirante Fernando Rubén Guerrero Alcántar denunció corrupción en aduanas con nombres y apellidos. Lo mataron en Colima. Antes, la auxiliar de la FGR, Magaly Janet Nava Ramos, cayó en la misma plaza. Y esta semana, Abraham Jeremías Pérez Ramírez, exjefe de Prevención Portuaria en Altamira, se quitó la vida tras ser exhibido como parte del huachicol fiscal.
Tres casos, tres muertes… y un mismo denominador: las aduanas convertidas en botín.
La detención del vicealmirante Manuel Roberto Farías Laguna destapó la cloaca. Su hermano Fernando, contraalmirante, sigue prófugo. Ambos, sobrinos políticos del entonces secretario de Marina, Rafael Ojeda.
No se trataba de simples omisiones: los Farías fueron acusados de encabezar una red que operaba el contrabando de combustibles en los puertos del Golfo.
Decomisos millonarios, sobornos en Altamira y Tampico, protección a empresarios.
Detrás, la huella del CJNG. El Primito Morfín en Tamaulipas, y hasta el yerno de “El Mencho” detenido en California por lavado. Un mapa criminal con puertos como terminales y funcionarios como engranajes.
La “práctica de tiro’’ en Puerto Peñasco donde murió el capitán Adrián Omar del Ángel Zúñiga se suma a la lista negra. Había trabajado en Manzanillo, denunciado amenazas, relevado de su cargo por Ojeda. ¿Casualidad? ¿Asunto personal?... Difícil de sostener. Cada muerte erosiona más la credibilidad de la Marina y del gobierno.
En Morena intentan blindar a Ojeda y, de paso, a López Obrador. Pero la línea es clara: las denuncias se hicieron en su gobierno. Y él mismo lo dijo al inicio de su sexenio: “Todos los negocios jugosos llevan el visto bueno del presidente. O es cómplice o se hace de la vista gorda’’. La pregunta inevitable: ¿qué papel jugó el expresidente?
La detención del vicealmirante Farías es el caso más alto en la cadena de mando naval. Pero no el único. Maximiliano Serrano Pérez, protegido de Ojeda, también cayó, señalado por desapariciones y negocios turbios. Y la lista sigue: exjefes de aduanas con fortunas imposibles, funcionarios que pasaron de vender tacos a coleccionar autos de lujo en dos años. El sistema aduanero convertido en una mina personal.
Las aduanas representan 25% de la recaudación federal. Una fuente de ingresos para el erario, pero también para las mafias incrustadas en uniforme y escritorio. La detención del Clan Farías es solo el inicio. La hidra tiene demasiadas cabezas. Y cada vez que cortan una, aparecen dos más.
La práctica en México se llama corrupción.
Y no distingue colores: verde, blanco, rojo, azul o guinda. Ha florecido siempre, florece hoy y lo hace con impunidad.
Estados Unidos lo denuncia, Donald Trump lo repite, y ahora lo confirman los hechos en casa: el vicealmirante Manuel Roberto Farías Laguna, detenido por huachicol fiscal, es la prueba de que la corrupción se enraíza hasta en la Marina.
El hombre del sexenio, Omar García Harfuch, se anota otro golpe: 16 detenidos, seis de ellos marinos, ligados al contrabando de combustible.
El episodio remite a marzo, cuando se decomisó en Tampico un buque con diez millones de litros de diésel ilegal. Una muestra, apenas, del tamaño de las redes.
El otro frente de Harfuch es la Unidad de Inteligencia Financiera. Al inicio, perdió la batalla: Pablo Gómez, incondicional de López Obrador, blindó a los funcionarios de Morena y de su sexenio.
Pero con Gómez dedicado a la reforma electoral, Harfuch movió ficha y colocó a un hombre de confianza: Omar Reyes Colmenares.
Reyes Colmenares participó en la investigación contra la banda del huachicol y prepara más expedientes.
¿Los objetivos? El lavado de dinero de figuras del pasado —sí, Calderón y Peña incluidos— y de prominentes hombres del presente.
Con la información en desarrollo, se sabe que en esas carpetas aparece el nombre de un colaborador cercano de López Obrador y de su familia, señalados por enriquecimiento inexplicable.
Si las investigaciones prosperan, Morena tendrá que tragarse el dogma que vendió su fundador: “Morena purifica. Ninguno de sus militantes es corrupto”.
La frase está en vías de ser sepultada por la realidad. Porque en México, con uniforme o sin él, con colores partidistas o sin ellos… la práctica sigue llamándose corrupción.
PD: El tema ya se comenta en los pasillos del poder, el dirigente priista “Alito” Moreno, tiene avanzados sus trámites para exiliarse en Estados Unidos ante el riesgo de ser desaforado.
Según la misma información, son muy sólidos los expedientes armados por Renato Sales desde la Fiscalía de Campeche y además hay la instrucción de proceder.
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