Un sacerdote y una monja estaban en un viaje misionero en las montañas cuando se desató una tormenta de nieve. Vieron una cabaña de troncos abandonada y entraron.
El sacerdote encendió un fuego en la chimenea y encontró mantas y un saco de dormir, pero sólo una cama.
El sacerdote le dijo a la monja que ella podía dormir en la cama y él dormiría en el saco de dormir en el suelo.
Como estaban solos y empezando a acomodarse. La joven monja preguntó:
- ¿Padre?... con voz melodiosa.
Él respondió: “¿Sí, hermana?”
Ella dice: “Tengo frío”.
El sacerdote se levantó y fue al armario y cogió otra manta y cubrió a la monja.
Mientras él se acomodaba nuevamente en su saco de dormir, ella volvió a preguntar:
- ¿Padre?...
- ¿Sí, hermana?
Ella dice: “Todavía tengo frío.”
El sacerdote se levantó, sacó otra manta del armario y la agregó a la cama de la hermana, arropando a la joven.
Volvió a meterse en el saco de dormir y justo cuando él se estaba acomodando y el fuego crepitaba, ella lo llama nuevamente:
-¡Todavía tengo frío!... Dijo
El Padre molesto le dice:
- ¿Hermana?... Estamos completamente solos aquí en esta cabaña en las montañas... ¿Quieres fingir que estamos casados?...
Ella le contesta de inmediato:
- ¡Claro que sí!
El Sacerdote le contesta:
- Está bien… ¡Entonces levántate y coge tu propia maldita manta!