Había un granjero que tenía un caballo y una cabra.
Un día, el caballo enfermó y llamó al veterinario, quien le dijo:
- Bueno, tu caballo tiene un virus. Debe tomar este medicamento durante tres días. Regresaré el tercer día y si no mejora, tendremos que sacrificarlo.
Cerca de allí, la cabra escuchaba atentamente su conversación.
Al día siguiente le dieron la medicina y se fueron.
La cabra se acercó al caballo y le dijo:
- Sé fuerte, amigo mío. ¡Levántate o te van a poner a dormir!
Al segundo día le dieron la medicina y se fueron.
La cabra regresó y dijo:
- ¡Vamos, amigo, levántate o morirás! Vamos, te ayudaré a levantarte. ¡Vamos! Uno, dos, tres…
Al tercer día vinieron a darle la medicina y el veterinario dijo:
- Lamentablemente mañana tendremos que sacrificarlo. De lo contrario, el virus podría propagarse e infectar a otros caballos.
Después de que se fueron, la cabra se acercó al caballo y le dijo:
- ¡Escucha, amigo, es ahora o nunca! ¡Ánimo! ¡Vamos! ¡Ánimo! ¡Vamos! ¡Ánimo! ¡Eso es, despacio! ¡Genial! ¡Vamos, uno, dos, tres… Bien, bien!
- ¡Ahora más rápido, vamos! ¡Genial! ¡Corre, corre más!
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Lo lograste! ¡Eres un campeón!
De repente, el dueño regresó, vio al caballo corriendo por el campo y empezó a gritar:
- ¡Es un milagro! Mi caballo está curado. Debemos tener una gran fiesta. ¡¡¡Vamos a cocinar la cabra!!!!