http://enfoqueanaliticosct.blogspot.com
La gran pregunta: ¿fue un éxito o un fracaso la primera elección popular judicial en la historia de México? Depende del enfoque, ya sea cualitativo o cuantitativo. Desde el punto de vista cuantitativo definitivamente los números son bajos; carentes de legitimidad, pues solo un 13% del listado nominal acudió a las urnas y por lo tanto numéricamente se puede hablar de un fracaso, sin embargo, no necesariamente es así, ya que es el tercer llamado a las urnas que se hace a las y los ciudadanos en procesos diferentes a las votaciones de los poderes ejecutivo y legislativo; pues en el proceso electoral para enjuiciar expresidentes se tuvo una participación del 6%, mientras que la revocación de mandato del expresidente Andrés Manuel López Obrador el porcentaje fue de 18%; en un contexto en donde AMLO arrasaba con su popularidad; en otras palabras, los tres comicios presentan números bajos extrañamente bajo gobiernos ampliamente populares y con números de aprobación históricos. Vale la pena explicar esta situación aparentemente contradictoria y que se basa sencillamente en la falta de costumbre ciudadana del uso de mecanismos alternos de participación ciudadana que vayan más allá de los tradicional, por lo que anticipo que con los años los números de participación se irán incrementando en este tipo de incipientes procesos electorales. Ahora bien, desde el punto de vista cualitativo, se trató de un resultado “aceptable”, pues al tratarse de la primera elección judicial en la historia de nuestro país con poca información sobre el correcto proceso de votación al usar cada ciudadano entre seis y 10 boletas electivas y dentro de un proceso de campaña totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados en donde nos pasó de noche la presencia de aspirantes por los principales medios masivos de comunicación, es decir, no aparecieron más que en redes sociales, por lo tanto los números son positivos. Ahora bien, la aprobación de la reforma judicial tuvo el respaldo del 70% de los encuestados bajo un gobierno en donde la presidenta presenta un 85% de aprobación. ¿Entonces por qué tan bajos los números de la elección? La respuesta es simple; no se trató del deseo o no de las y los mexicanos de participar, o del nivel tradicional de apatía o desinterés de la ciudadanía mexicana, sino del proceso de implementación de la reforma en el aspecto de la difusión de la información sobre los cargos a elegir, los perfiles necesarios y sobre todo qué se hace en cada cargo. No es común que un mexicano ajeno a los temas jurídicos conozca las funciones de magistrados, ministros y jueces, además al ser aspirantes ajenos a plataformas partidistas -la típica y ciega adhesión solo por el color del partido- no se logró despertar la pasión de la militancia o simpatizantes que apoyaran a sus candidatos. Al final no se puede hablar categóricamente ni de éxito ni de fracaso, sino de los primeros pasos en procesos totalmente nuevos para las y los mexicanos que deberán reforzarse en un claro escenario de aculturación que nos debe volver participantes activos de la democracia en nuestro país.