LOS VICIOS DE ORIGEN DE LA MAL LLAMADA REFORMA ELECTORAL
Lo comenté aquí desde un principio, cuando se comenzó a decir, desde el gobierno, que la elección de jueces, magistrados y ministros, había sido un mandato de los ciudadanos que votaron en la elección de Claudia Sheinbuam. ¡Ah caón, me dije! Yo fui a votar y, por ningún lado, vi en la boleta, un apartado que dijera, “elección especial”, o algo por el estilo, como sucede en EUA.
En ese país, cuando un Estado de la Unión Americana, quiere incluir en la Constitución, una nueva Ley o, por ejemplo, que se despenalice el aborto o que se legalice la mariguana; en la elección, se someten a la voluntad del pueblo norteamericano esos temas y se plasma en la boleta, para que, ahí, el ciudadano vote en consecuencia.
Pero que no salgan con que el pueblo bueno y sabio, decidió, en la elección de Sheinbum, que se eligieran a los miembros de la Corte y todos los cargos del poder judicial, hasta llegar a los poderes de los estados. ¡MENTIRA!
Después que nadie se inconformó con la imposición, siguieron, en Morena, la ruta de la ilegalidad para que su famoso mandato del pueblo, se convalidara en el Congreso de la Unión: ya sabemos, que para que Morena tuviera mayoría calificada en la Cámara de Diputados, el gobierno se apropió de los votos suficientes (sobrerrepresentación) para lograr la mayoría absoluta en ese poder, argumentando, que se sumaron los votos de los partidos satélite que fueron juntos en la elección: Partido Verde y el Partido del Trabajo. Con todo y que va contra la voluntad popular.
Ya con la mayoría absoluta, la Cámara de Diputados, aprobó los mecanismos sobre cómo se iba a realizar el proceso que, era de esperarse, habría cientos de aspirantes, por lo que se decidió, que un primer rasero, se haría por tómbola, proceso que resultó en un ridículo total que fue visto por millones de mexicanos.
Después, se formó un comité de selección, obviamente, con personajes afines a Morena, los más, ignorantes del derecho y sin conocimiento de las funciones de magistrados y sin conocimiento de la Ley que rige al poder judicial, como fue evidenciado por Ricardo Anaya, en una sesión del Senado, poniendo en ridículo a dos aspirantes a un lugar en este comité.
Ya pasados todos los filtros, el INE, casi se declara incompetente para asumir la responsabilidad de conducir la elección, argumentando, primero, el poco presupuesto que se le asignó, pues dijo, que con ello, no se podrían instalar todas las casillas como una elección presidencial, por lo tanto, el día de la elección, no se instaló, ni el 60%.
Por si fuera poco, cambió el número de ministros de la Suprema Corte y creó el Tribunal de Disciplina— la ciudadanía debió elegir a los representantes del Poder Judicial. A nivel Federal se eligieron nueve ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dos magistrados de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), 15 magistraturas de las cinco salas regionales del TEPJF, cinco magistrados para el Tribunal de Disciplina Judicial, 464 magistraturas de circuito y 386 jueces de distrito.
Para lo cual, se entregaron seis boletas federales.
En la boleta morada, en la que se eligen las ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, había nueve casillas en blanco que deberán llenarse con el número del candidato que se elige, a dos cifras. Se seleccionan cinco mujeres y cuatro hombres de un total de 64 candidatos. ¡Una locura!
Por otro lado, en los estados, también se tuvo que renovar a todo el poder judicial, lo que resultó, en un caos total.
Para el gobierno de Sheinbaum y, de paso, a López Obrador, fue una catástrofe que no pudieron ocultar.
La elección, los desnudó de cuerpo entero, pues dejó claro que este régimen ya se pudrió y que NO cuenta con apoyo popular.
Los auténticos mexicanos, los que queremos el verdadero progreso de México, les dimos una lección de dignidad y congruencia a los pocos, poquísimos desorientados que esperaban ver a millones haciendo fila en las casillas.
90% de quienes no votamos, mandamos al diablo la farsa de la mal llamada Reforma Judicial.
Fue un fracaso total y absoluto.