La mejor columna política de La Laguna, por SinCensura®.
Coahuila votó. El país lo vio.
Mientras en Palacio Nacional festejan una “maravilla democrática” con el 13% de participación ciudadana, hay un dato que desnuda la narrativa oficial: Coahuila votó al doble que el promedio nacional.
Sí, mientras la tasa nacional apenas alcanzó el 12.9%, Coahuila superó el 24% de participación electoral en la elección judicial del 1 de junio. Una cifra que lo coloca en el primer lugar nacional en votos per cápita. Ninguna otra entidad siquiera se acercó.
Los datos son públicos. El estudio de Javier Aparicio (profesor-investigador de la División de Estudios Políticos del CIDE) con base en los cómputos distritales del INE no miente: en entidades como Guanajuato, Jalisco o la mismísima CDMX, la participación fue menor al 10%. En cambio, Coahuila prácticamente duplicó la media nacional.
¿Y eso cómo se explica? No con memes, no con hate en redes, ni con discursos de odio desde el púlpito. Se explica con gobernabilidad, liderazgo y un modelo judicial que sí funcionó.
Mientras muchos estados tuvieron que improvisar su elección judicial, en Coahuila ya se había trabajado con antelación: fortalecimiento del modelo de justicia cercana, candidatos serios, campañas reguladas y, sobre todo, una ciudadanía informada.
Y ahí está el resultado: participación, legitimidad y rumbo.
Coahuila le dio una lección al país: cuando hay liderazgo, cuando hay gobernabilidad y cuando hay confianza en las instituciones, la gente responde.
Y eso no se entiende sin reconocer el papel del gobernador Manolo Jiménez Salinas y el magistrado presidente Miguel Felipe Mery Ayup, que han sabido dar estabilidad, conducción política y visión de futuro al Estado.
Este domingo y el próximo martes se llevarán a cabo los cómputos oficiales de la elección de magistrados de circuito y jueces de distrito, respectivamente. Por fin, conoceremos de manera definitiva los nombres de quienes resultaron electos en la histórica jornada del 1 de junio. Pero desde ahora podemos anticipar lo que venimos repitiendo desde hace semanas: en Coahuila se ha consolidado un nuevo bloque de estabilidad judicial, con nombres y apellidos que ustedes ya conocen.
Lenia, Yasmín y el funeral anticipado de Morena: la fractura en Morena ya no se puede ocultar. Tampoco se puede maquillar.
El desastre del 1 de junio no sólo exhibió el fracaso logístico de la elección judicial, sino la guerra interna entre facciones del partido en el poder, la caída del peso político del hijo del expresidente y el triste final de dos cartas marcadas: Lenia Batres y Yasmín Esquivel.
Lo advertimos semanas antes: cuando todos esperaban “línea”, no hubo una sola instrucción clara. Cada uno fue con quien creyó tener más futuro.
Desde Palacio Nacional susurraban que la elegida era Yasmín, la ministra reciclada y quemada. Pero desde el war room de Andrés Manuel López Beltrán, “Andy”, la consigna era clara: impulsar a Lenia Batres, hermana incómoda y fanática de la refundación judicial.
¿Y el resultado? El caos.
Gobernadores, sindicatos, siervos de la nación y burócratas de escritorio salieron a repartir “acordeones” sin orden ni concierto. Cada quien jaló para su santo y ninguna de las dos “favoritas” logró consolidarse.
Y en ese vacío, emergió el factor Claudia.
En marzo, en Guelatao, Sheinbaum lanzó una frase que hoy muchos desempolvan: “Imagino a un indígena al frente del Poder Judicial”. Una pista, un guiño… o una jugada con bisturí político.
Y sí, Hugo Aguilar Ortiz, mixteco, abogado con credenciales, asesor del EZLN, figura en el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas… y con perfil bajo, terminó por ser la carta fuerte, la que entró sin escándalo y que podría darle a la 4T lo que necesitaba: alternancia sin escándalo, sin el tufo del obradorismo radical.
El plan es claro: Aguilar estaría dos años, luego vendrían Lenia y Yasmín —cada una por su turno bianual— y así, mientras se quema el reloj, el sexenio se nos va entre cuotas, fracturas y simulaciones.
Artículo 94 vs. 97: el nuevo choque de trenes.
Pero no podía faltar otro episodio de desorden institucional. Las prisas, otra vez, salieron caras.
Inicio el debate fue frontal: ¿quién presidirá la nueva Suprema Corte? Para Sheinbaum, el voto no es suficiente si los ministros, en mayoría, prefieren a una mujer. Una decisión “política”, justificada en la bandera de género.
Pero Guadalupe Taddei, presidenta del INE, se mantiene firme: la Constitución es clara, y quien obtenga la mayoría de los votos recibirá la constancia. Punto.
“No hay lugar a dudas cuando el cómputo finalice. Habremos de otorgar la constancia de mayoría a quien haya obtenido la mayor cantidad de votos en las urnas”, declaró.
Y así, mientras la presidenta electa sueña con cuotas de género, el INE se alista para entregar una constancia de mayoría al mixteco Hugo Aguilar, hasta ahora el más votado.
Pero el problema no es sólo político, es constitucional. Porque mientras el artículo 94 habla de ministros por períodos bianuales, el 97 establece un encargo cuatrienal.
Un choque jurídico por venir. Otra confusión hecha ley.
Y todo por aprobar una reforma al vapor, con mayoría comprada, con oposición desaparecida… y con el sello de siempre: la improvisación legislativa que genera ingobernabilidad judicial.
Morena, fracturado y sin rumbo.
Los ecos del 1 de junio son lapidarios:
Fracaso legítimo. Se movilizó todo: legisladores, recursos, propaganda, encuestas, estructuras. Y pese a eso, nueve de cada diez mexicanos no votaron. No hay reforma válida con ese nivel de abstención.
Andy perdió. No ganó Lenia, no unificó a las tribus morenistas, no pudo siquiera con Durango capital. Su candidato quedó en tercer lugar. Y con eso, su proyecto rumbo a 2030 empieza a desmoronarse.
¿Cuántos votaron por voluntad propia? Las amenazas de despido, la presión a burócratas, los condicionamientos en apoyos sociales… nunca sabremos cuántos cruzaron la boleta por convicción y cuántos por miedo.
López Obrador volvió. Y volvió para nada. Violó su promesa de no meterse en política y aun así no movió a su base. El obradorismo ya no moviliza. Ni con nostalgia ni con miedo.
La oposición ni figuró. Llamó a no votar y nadie lo notó. El desinterés fue total, la apatía generalizada. Y eso también dice mucho.
El resumen: Morena quiso sustituir a la Corte, pero terminó sustituyéndose a sí mismo.
Hoy ni Claudia ni Andy ni López Obrador pueden cantar victoria. El nuevo ministro —si es que se confirma a Hugo Aguilar— no es suyo, no responde a sus cuotas, y no nació del control vertical de siempre.
Es, en todo caso, una señal: la fractura ya no se puede esconder y la sucesión adelantada ya empezó a cobrar sus primeras facturas.
Porque en la 4T, la justicia parece no ser ciega… pero sí de facción.
Los tropiezos se acumulan.
A la par del caos en la elección del Poder Judicial, Morena sufrió otra derrota más silenciosa pero igual de significativa: las elecciones municipales en Durango y Veracruz, donde la dirigencia —encabezada oficialmente por Luisa María Alcalde y realmente por Andrés Manuel López Beltrán— no entregó buenas cuentas.
En Durango, el partido guinda apenas rascó dos municipios de 39, mientras el PRI, solo, se quedó con cinco. Movimiento Ciudadano, sin alarde ni despliegue federal, creció. Y como reconoció el gobernador Esteban Villegas, lo hizo porque combinaron redes sociales con estructura territorial. Algo que Morena ya no tiene… o ya no sabe usar.
En Veracruz, el golpe fue más duro: de 212 alcaldías, Morena ganó sólo 11 en solitario. Y aunque sumó otras 60 con alianzas, el PRI y el PAN crecieron. El tricolor pasó de 19 a 23 alcaldías; el blanquiazul, de 13 a 34, a pesar de haber perdido 150 mil votos y el puerto de Veracruz.
El factor de castigo es claro: el desastre de Cuitláhuac García y el enredo de ver al morenismo local compartir discurso y foto con el clan Yunes, su viejo enemigo. La lealtad se evaporó. La indignación, no.
Hasta la gobernadora Rocío Nahle tuvo que aceptar el golpe con filosofía: “Se aprende más de los tropezones”. Sí, pero también se pierden alcaldías. Muchas.
Hoy, Morena no está derrotado. Pero tampoco invencible.
Perdió alcaldías clave.
Falló en imponer a sus candidatas al Poder Judicial. Y tuvo que forzar una reforma constitucional a martillazos, porque ya no le alcanza con convencer.
La maquinaria electoral de Palacio Nacional sigue viva, pero oxidada. Y el hartazgo empieza a cobrar factura, sobre todo cuando el gobierno ya no emociona, ni moviliza, ni da resultados.
Lo dijo Nahle con prudencia, pero podría resumirse con más crudeza: La 4T ya no avanza. Hoy, resiste.
Y cuando el poder pasa de construir a justificar, lo que sigue no es el crecimiento, sino la erosión.
Movimiento Ciudadano crece, Morena se estanca.
El otro dato interesante vino del norte: Movimiento Ciudadano fue el partido que más creció en Durango. Lo reconoció incluso el gobernador priista Esteban Villegas.
¿Por qué? Por una combinación ganadora: campañas frescas, redes sociales, y estructura territorial. Algo que Morena ya no supo hacer. Los operadores de la 4T llegaron del centro a pasear, no a hacer política. Y así les fue.
Los 13 millones: ¿fuerza real o espejismo?
Para defender la elección judicial, Sheinbaum comparó números:
– El PAN sacó 9.6 millones en 2024.
– El PRI, 5.7.
– Movimiento Ciudadano, 6.2.
Morena, dice, logró 13 millones este 2 de junio. ¿Victoria?
Sí, si ignoramos que se movilizó todo el aparato federal. Sí, si fingimos que fue espontáneo.
Pero la realidad es otra: con todo el poder, Morena no movilizó ni al 13% del padrón.
Nueve de cada diez mexicanos no fueron a votar. Eso no es victoria. Es abstención con presupuesto.
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