No todo son malas noticias para el régimen “morenista”, luego de la fallida elección del pasado 01 de junio, donde por primera vez, se eligieron a los integrantes del Poder Judicial de la Federación (PJF), mediante el voto popular y a la que apenas acudieron poco más de 12 millones de ciudadanos a las urnas para emitir su sufragio.
Donde si se cumplió el objetivo, fue en remover a los magistrados y ministros incómodos para la 4T, y en su lugar colocar a personajes identificados con los colores del régimen. De entrada, quien fungiera como presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y fuera férrea opositora al gobierno de Andrés Manuel López Obrador durante su sexenio, Norma Lucía Piña Hernández, dejará su cargo para que este sea ocupado por el abogado oaxaqueño Hugo Aguilar Ortiz, de origen mixteco y fuertemente identificado con el régimen morenista.
De hecho, durante la conferencia mañanera del miércoles 04 de junio, al conocerse los resultados de la elección para la SCJN, la presidente Claudia Sheinbaum, se refirió a la elección de Aguilar Ortiz, de quien dijo: “me da mucho gusto que el próximo presidente de la SCJN sea un indígena mixteco de Oaxaca. Tengo el privilegio de conocerlo”, dijo la mandataria mexicana. ¿Así o más clara la conformación de un tribunal a modo para el gobierno de la 4T?
El abogado oaxaqueño llegará la presidencia del máximo tribunal de la república gracias a que fue quien mayor número de votos obtuvo en la elección, lo que no deja duda de que la maquinaria del régimen operó a abiertamente a su favor para que llegar a esa posición aún por encima de otras candidatas con mayor experiencias y más conocidas en el ámbito público.
De esta manera, Aguilar Ortiz será ministro presidente al haber obtenido 6.1 millones de votos; en segundo lugar, se ubicó Lenia Batres, con 5.8 millones de sufragios; Yasmín Esquivel con 5.3 millones; y Loreta Ortiz, con 5 millones de votos. Todos los perfiles antes mencionados, se les identifica fuertemente con el régimen de la 4T, ya sea por filiación con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador o con la actual mandataria mexicana, Claudia Sheinbaum Pardo.
Asimismo, se rompe la tradición de que el ministro presidente se eligiera entre sus pares, es decir, entre los mismos integrantes de la corte, y ahora se definió por el voto popular, y Aguilar Ortiz ocupará el cargo los primeros dos años; luego, asumirá el cargo el siguiente ministro o ministra con más votos, en este caso, Lenia Batres, y así será sucesivamente hasta completar el periodo de 12 años para el que los ministros fueron electos. Anteriormente, los ministros de la suprema corte duraban 15 años en su encargo.
El fracaso tiene nombre y apellido: Andy López Beltrán
Tras bambalinas de la 4T, corre fuerte el rumor de que el fracaso de la elección del poder judicial tiene un responsable directo: Andrés López Beltrán, heredero de Andrés Manuel López Obrador. Dicen, que con la venia de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y con millones entregados por los gobernadores emanados del partido fundado por su padre, a “Andy”, en su carácter de secretario de organización del partido en el poder, se le encomendó llevar 20 millones de ciudadanos a las urnas, y, como ya sabemos, se quedó tan corto que la mismísima presidenta tuvo que salir a enmendarle la plana.
Corre también fuertemente la versión de que gobernadores de oposición se le acercaron para negociar el reparto del pastel, y, lleno de soberbia, no solo los desprecio, sino que les aseguró que les ganaría todas las canicas en sus propios terrenos y, de paso, los llevaría ante la justicia. El resultado salta a la vista: estados como Guanajuato, por décadas bastión panista, apenas registró 6.7% de participación, lo mismo que Jalisco, gobernado por Movimiento Ciudadano, donde votó solo 7.1% del padrón electoral.
De tal manera, que, en su primera gran prueba en las urnas, el heredero de la 4T no solo salió mal librado, sino que no pocos lo acusan de no haber sabido operar ni siquiera con los gobernadores de su propio partido, donde también hubo estados que se quedaron muy por debajo de las expectativas, dejando claro que a López Beltrán le faltan la visión y capacidad de movilización que sí tuvo (tiene) su padre, con lo que queda demostrado que hijo de tigre no siempre es pintito.