Esto de aprender cosas de grande es muy difícil de aceptar. Uno se hace esta pregunta internamente: “Bueno… ¿y esto por qué no lo sabía yo?”
Tal vez porque uno estaba en otra cosa o porque simplemente no nos llamaba la atención. Un ejemplo para mí son los deportes. Hay muchos que no me gustan, pero hay otros que sí me interesan. A veces, uno no crece con esa cercanía porque no hubo quien te los enseñara. Para muchos, fue su papá quien les mostró el gusto y las reglas de cada juego. Pero algunos no tuvimos esa fortuna. Nuestros padres tampoco crecieron con ese aprendizaje.
Y no está mal. Los que no tuvimos papás que nos inculcaran el amor por los deportes, tal vez recibimos otras cosas igual de valiosas: el amor por los libros, el cine o la buena música. Al final, uno encuentra su camino.
Y no, no porque tu padre haya sido alguien que tomaba mucho, significa que tú también lo serás. El alcohol no es algo bueno, y cada quien toma sus decisiones, con o sin ejemplos.
Volviendo al tema: aprender a mi edad cómo se juega el béisbol, por decir algo, no me quita nada. Incluso un señor de noventa años puede aprender algo nuevo. Eso es lo más humano que hay. Lo realmente triste sería no aprender nada.