Desde hace mucho tiempo, se nos ha dicho, que el único propósito del ser humano es ser feliz. Por lo cual, empeñamos mucho de nuestro tiempo en lograrlo, sin saber a ciencia cierta en qué consiste ese estado máximo al que aspiran hasta los mismos Dioses.
Según la Real Academia Española (RAE), la felicidad es un estado de satisfacción espiritual y física. Y que la forma más común de demostrarla es por medio de una sonrisa.
Si la felicidad es un estado de placer... ¿por qué entonces nos cuesta tanto trabajo conseguirla?
Cuando era niña, para una navidad, mi regalo fue una caja musical, de esas en que al abrirla se empezaba a escuchar una melodia y una bailarina daba vueltas simunlado un baile. La canción de fondo era: “Over the rainbow”, mejor conocida como: La canción del Mago de Oz. Escuchar esa melodía me producía tanta felicidad, que aunque parezca ilógico, lloraba de alegría. La película era mi favorita y cuando entendí la letra de la canción, marcó un antes y un después en mi vida. Algo tan simple como una cajita musical, me provocaba un verdadero estado de felicidad.
Para muchos la felicidad tiene que ver más con algo material, mientras mayor sea el bien adquirido, mayor el grado de felicidad.
Para otros, como lo dice la Real Academia Española, tiene que ver más con algo interno: ayudar a otros, meditación, relajación, momentos, flow.
Aunque la felicidad parece estar a la vuelta de la esquina, resulta tan complicado tenerla. Parece más fácil estar molesto, o estar triste, como si no merecieramos ser felices.
Mario Moreno, mejor conocido como “Cantinflas”, decía que: “La primera obligación de todo ser humano es ser feliz, la segunda es hacer feliz a los demás”.
¿Y si empezaramos a verlo como una responsabilidad social? No por obligación, sino como una necesidad biológica del ser humano, de estar bien y hacer sentir bien a otros.
¿Qué es lo que le aportamos al mundo? Y no, ser feliz en definitiva no va a resolver tus problemas, pero si los puede aligerar. Además está comprobado científicamente, que una persona que desarrolla un estado de felicidad, genera también un estado de bienestar: te enfermas menos, te ves mejor, te sientes mejor.
Y yo no sé ustedes amables lectores, pero yo prefiero sonreir y sentirme bien, que estar peleado con el mundo y enfermo.
Y es que, al que es feliz se le nota hasta en la forma de caminar, tiene mejores relaciones sociales y personales. Se concentra más, logra más metas y objetivos. Por donde le busquemos, los beneficios saltan a la luz del día.
Y si, habrá muchas personas, que no estarán de acuerdo y que hasta les molesta la felicidad ajena (envidiosos les dicen), pero no vinimos a este mundo a satisfacer las neceidades de otros, sino las propias.
Así que... ¡Manos a la obra! Empieza por encontrar aquello, que te genera un estado de buenestar y que claro, no afecta a otros. Poner música para toda la colonia, no le va a ser muy agradable a tus vecinos.
Y cuando lo encuentres... ¡hazlo, disfrútalo, créetelo... lo mereces!
Y hazte todos los días esta pregunta: ¿soy feliz? Y si tu respuesta es no, preguntáte qué ncesitas para lograrlo y no pares hasta conseguirlo. ¡Te lo mereces!
Y para qué son las alas, sino más que para volar...Real Academia Española,2024, https://dle.rae.es/felicidad.