Arrancamos… LUCHA POR EL PODER, LUCHA CONTRA EL PODER Y LUCHA EN EL PODER.- A lo largo de la historia, tan intensa como la lucha por el poder ha sido la lucha contra el poder. Se trata de una singular paradoja que impulsa a los individuos y a los grupos a contender en un doble sentido, que recorre direcciones opuestas. Muy esquemáticamente se puede decir que la lucha por el poder se ha producido dentro de tres modalidades básicas: el predominio del más viejo; el predominio del más fuerte; y el predominio del más hábil. Desde luego que esta simplificación excesiva es sólo para formular unos trazos donde poder ubicar a los controles. La organización patriarcal del poder dejó su sitio a la figura más próxima, que es la monarquía autocrática, a veces electiva y generalmente hereditaria. Aquí la lucha por el poder se libraba entre agentes en número muy limitado, y por esta misma razón se ejercía con crueldad. El predominio del más fuerte requirió otro tipo de expresión y de actuación. Involucró a un mayor número de agentes y supuso la necesidad de la organización. El acceso al poder se dirimió esencialmente a través de la lucha armada. La tercera modalidad premia la habilidad, y sus protagonistas son los partidos políticos. Es la lucha más plural posible, porque el número de agentes es tan amplio como el de ciudadanos y requiere de una consistente organización. Las razones justificadoras de la lucha también han variado: la extensión territorial; la imposición del orden, y la prevalencia de una idea convertida en programa. La lucha contra el poder no debe ser confundida con la lucha por el poder. Si bien en muchas ocasiones parecen darse de manera simultánea, se trata realmente de dos formas distintas de expresión. Esa lucha contra el poder también se caracteriza por manifestaciones diferenciadas: o bien se procura la modificación (racionalización) del aspecto y el contenido del poder, o bien se plantea la dilución del poder mismo, en este último caso para convertirlo en una especie de cripto poder en manos de grupos que lo ejercen al margen de cualquier tipo de control y amparados en argumentos de eficacia del mercado, o bien se plantea la sustitución de un poder por otro, mediante el desplazamiento violento. El discurso racionalista, en cuyo amplio abanico se inscriben las tesis de la Ilustración, sistemáticamente actualizadas por el pensamiento constitucionalista y político moderno y contemporáneo, apuntaba a la remodelación del poder, la aportación neoliberal de nuestro tiempo, se orienta a la transferencia subrepticia del poder (Hayek, Nozick). Por supuesto, las expresiones de la lucha contra el poder van haciéndose más complejas, y esta esquematización sólo tiene un propósito ejemplificativo. Un problema de nuestro tiempo es que a veces los agentes políticos confunden sus papeles naturales. Se dan casos de partidos políticos que entienden que la función de la oposición va dirigida contra el poder, cuando en rigor debe orientarse sólo contra otros partidos, incluido el que desempeña las funciones del poder. La confusión es contraproducente, como se ha visto en muchos sistemas políticos, porque cuando esos partidos finalmente llegan al poder se encuentran con que en la ciudadanía ya se construyó tan sólido rechazo al poder per se, que acaba operando también en contra de quienes parecían representar una opción diferente en cuanto al ejercicio del poder. Ese error de percepción es muy común en todos los sistemas competitivos, y se ve exacerbado por las campañas electorales, en cuyo diseño intervienen cada vez más los técnicos en medios y menos los estrategas políticos, de manera que en el afán de derrotar al oponente no se ponen reparos en los instrumentos utilizados. Las sorpresas vienen después, cuando lo que se acaba dañando es el delicado tejido de la confianza ciudadana en el ejercicio de la política y en la viabilidad de las instituciones. MI VERDAD.- ¿Cómo se advierte al poder, por parte de quienes lo ejercen y de quienes lo sufren? Es evidente que quienes desean adueñarse de los instrumentos del poder deben tener una perspectiva muy distinta a la de quienes se le enfrentan.