Arrancamos… EL SECRETO DE LOS ARREGLOS IGLESIA-ESTADO (1929). La Iglesia anhelaba la terminación del conflicto armado. Se había relajado la disciplina eclesiástica, los obispos mexicanos estaban divididos y no existían las posibilidades reales para aplicar su política de expansión. El Vaticano quería la paz, sabía que, habiendo tranquilidad, a la larga ganaba; ¡en ese momento era imperativo la pacificación ante todo!, ya vendrían tiempos mejores, porque disponía de todo el tiempo del mundo para lograr su objetivo fundamental. Por eso accedió a todas las exigencias del gobierno. El Estado tenía la necesidad de fortalecer el naciente sistema. revolucionario, pronto vendría el relevo presidencial. Vivía una fuerte crisis económica y se enfrentaba con la real posibilidad de perder el poder ante una alianza militar de los obregonistas con los cristeros. Ante el grave enfrentamiento de la "familia revolucionaria," que puso en peligro los postulados de la Constitución, fue, "curiosamente" la Iglesia, la que apuntaló con su voto en favor, al sistema constituido. Este fenómeno lo debemos de ver sin sectarismos, valorando serenamente la estrategia que siguieron ambas partes, que hasta poco tiempo antes eran irreconciliables. Los hechos son los siguientes: Con la muerte del presidente Electo: Obregón, había quedado un vacío de poder: militar y político. Calles, no lograba aglutinar totalmente el mando. Había impuesto a Emilio Portes Gil como presidente Interino, pero no dio importantes posiciones a los "obregonistas de cepa"; ellos, habían aceptado a ese hombre como un elemento de transición, pero estaban inconformes porque se sentían desplazados. La clase política obregonista quería el poder, todo el poder; para ello, había que desplazar a Calles y a sus hombres en el mando, y se lanzaron a la rebelión. Ofrecieron su alianza al general Enrique Gorostieta Velarde, jefe de los cristeros; pero, por alguna razón ilógica, los generales Escobar y Manzo, no llegaron a formular ningún pacto. Por su parte, el gobierno de Portes Gil, temeroso de esa alianza, dialogó por primera y única vez con los cristeros: les prometió reformar la "Ley Calles" y reconocer los grados de los oficiales cristeros. Las contrademandas de Gorostieta eran: apertura inmediata de una tregua, reconocimiento de la guardia de los cristeros, dándoles la categoría de fuerzas auxiliares de la Federación y que se hiciera un plebiscito sobre la Constitución. Tampoco ese pacto se llevó a cabo, porque el gobierno federal recibió apoyo de los Estados Unidos, y el propio Calles puso fin a la rebelión escobarista. Al gobierno le urgía la total pacificación del país, porque la situación política evolucionaba y venía la inevitable transmisión de la Presidencia de la República. Si bien, los obregonistaron Pudieron ganar el poder por medio de las armas, se enfrentaron al sistema gubernamental lanzando como candidato al que fuera secretario de Educación de Obregón; a un escritor influyente, un fogoso e idealista, católico, honesto y de gran popularidad: José Vasconcelos. Serenamente debemos valorar que, sin el oportuno apoyo de los Estados Unidos y del voto del Vaticano a favor del candidato de la Revolución, el sistema político gubernamental que vivimos, no existiría. ¡Claro!, en esta alianza, Estado Vaticano y los Estados Unidos, todos salieron ganando. Con el convenio Iglesia-Estado, la grey católica mexicana quedó dividida, comenzando por los mandatarios eclesiástico: unos apoyando y otros rechazando. El controvertido arzobispo de Guadalajara, Orozco y Jiménez, se había opuesto a la suspensión de los cultos y de la lucha armada. El obispo de Zacatecas, Ignacio Plascencia, tuvo que amonestar a los sacerdotes que servían de capellanes a los cristeros. Había obispos que juzgaban catastróficos los arreglos. Con intransigencia y radicalismo, el arzobispo de Durango, José María González y Valencia; el obispo de Tacámbaro, Lara y Torres y el de Huejutla, José de Jesús Manríquez y Zárate, continuaron siendo hostiles al gobierno, hasta que el Vaticano tuvo que castigarlos severamente por su desobediencia. Tampoco los cristeros ganaban nada concreto con los arreglos; el general en jefe de los combatientes, Jesús Degollado, se entrevistó con el máximo jerarca de la Iglesia en México, para saber si había en el convenio algún tipo de apoyo porque se sentían olvidados. el general Degollado hizo desaparecer la Guardia Nacional Y licenció a los cristeros, los cuales, sintieron amargamente los "arreglos" como una traición de sus pastores. Pero, muchos cristeros continuaron con su guerrilla, negándose a deponer las armas, en tácita rebeldía contra la propia la iglesia católica; y ni siquiera la amenaza de excomunión los hizo apaciguarse. Ante la luz de la historia queda un hecho innegable: no fue el gobierno anticlerical el que ordenó la suspensión del culto, como todavía afirman algunos sacerdotes y miles de católicos. Fueron varios obispos, que no todos, los culpables de esa trascendente acción, que luego fue el fundamento básico para que, por ello, naciera la guerra cristera. Y fue el Vaticano, el que siempre se opuso, con toda su paciencia, al conflicto Estado-Iglesia.
MI VERDAD.- El militarismo era dueño de la situación. Pero era un militarismo anticlerical, en la tradición de los liberales de la reforma. Era masón, y, por consiguiente, hostil a la institución clerical católica. Calles, seguía siendo "el jefe máximo", y como buen masón, había hecho de la lucha contra el clero, su propia política personal.