Arrancamos… Todos los rasgos culturales que nos caracterizan y nos hacen ser mexicanos se fusionaron en el virreinato. Lo más importante, en ese periodo se conformó la sociedad que somos, con todo lo bueno y todo lo malo, y dentro de esa sociedad se gestó la casta que se hartó del gobierno español y nos liberó de España: los hijos de los españoles. Ningún azteca estuvo involucrado en el proyecto; muchos indígenas sí. Hidalgo los necesitaba y así lo manifestó, como carne de cañón. ¡Señor cura, que se nos mueren muchos indios! Al cabo tenemos muchos. Es decir que el virreinato es nuestra época oscura, que solo nos dejó esa luz maravillosa que es la Sor Juana a la que no leemos y que nos dejó también al viejito bonachón que nos liberó... aunque no habría tenido necesidad de liberarnos si sus ancestros no hubiesen llegado a conquistarnos. Y bueno, también está el hecho de que no nos liberó de nada y solo promovió cuatro meses de matanzas, violaciones y saqueos en la zona del bajío. Todo por una rencilla personal contra los gachupines, es decir los españoles de España. Los quince mil españoles que había en un reino de seis millones de habitantes. Sus conflictos con los gachupines fueron por varios ataques, uno tras otro, casi como conspiración en su contra. Primero le quitaron sus tres haciendas. Pudo ser porque no pagó las hipotecas y los impuestos, que no pagó porque se robaba el dinero que sus hermanos le daban para dicho fin... pero él prefirió asumir que fue por criollo. También lo expulsaron de la rectoría del Colegio de San Nicolás; pudo ser porque tenía líos de faldas y de corrupción, pero prefirió asumir que fue por criollo. Otra gotita del vaso que se derramó fue que lo expulsaron de la parroquia de San Felipe; pudo ser porque a pesar de ser el párroco, era amante de una actriz, pero el prefirió asumir que fue por criollo. Es el perfecto padre de la patria, nunca es responsable de sus propias desgracias. Total, que un día, el cura Hidalgo se despertó harto de los abusos, aunque él era parte de la clase abusadora, no de la abusada; cansado de la desigualdad, aunque él era de los que se beneficiaba de dicha desigualdad, de los arriba y no de los de abajo, y asqueado por la esclavitud, misma que abolió, aunque fue prohibida por Carlos V desde 1542. Hastiado de todo, comenzó una guerra de independencia contra España, y la comenzó, no podía ser de otra forma, con vivas al rey de España. ¡Viva Fernando VII!, que viva el tirano del que según la historia nos quiso liberar. Entonces el viejito resultó no ser tan bonachón, hablamos de Hidalgo desde luego, y desató una carnicería, con mucho encono, con rabia y con deleite ante la muerte de inocentes. Saqueó ciudades, mató personas, se proclamó Alteza Serenísima y fue derrotado apenas a los cuatro meses de iniciar su guerra. Para ese momento ya iba en calidad de prisionero del resto de los alicaídos insurgentes, que por cierto se traicionaron unos a otros. Ninguno de ellos buscaba la libertad y ninguno estaba capacitado para hacer algo con ella si la hubiese obtenido. ¡Pero encendió la flama de la libertad! Bueno, encendió el polvorín de la rebelión y el saqueo, eso desde luego, con el odio social como acicate. Todo eso tuvo que combatir Morelos, quien tuvo más orden, más plan, desarrolló más estrategia, terminó matando inocentes por igual y fue fusilado en 1815 sin lograr absolutamente nada. Ni siquiera mantener encendida la llama de la libertad, que se extinguió junto con su vida. Poco sabemos de Iturbide más allá de que es traidor, aunque no sepamos a quién traicionó, aunque, de hecho, no traicionó nadie; mucho menos a la patria, porque esta no existía hasta que él la hizo nacer. ¡Es que el muy infame se proclamó emperador! No fue él sino el Congreso, además de que ese era el sistema de gobierno en el que llevábamos esos desconocidos trescientos años de virreinato, prácticamente nadie conocía la mentada república y la democracia nos era tan ajena entonces como ahora. MI VERDAD.- La guerra de independencia se nos pierde. Cómo terminó y gracias a quién, sabe Dios, pero como al libertador lo mandamos al infierno histórico, un buen día don Luis Echeverría estableció, por decreto, algo que funciona muy bien donde no se usa la razón, que había sido obra de Vicente Guerrero... aunque el acta de independencia no tenga su firma y el poder lo recibiese Iturbide de Juan de O Donojú, del que solo sabemos que fue el último virrey, con el detalle de que no fue el último virrey.