Desde Playa del Carmen, Quintana Roo, escribo estas palabras en honor a quien fuera mi abuelo y amigo: Eusebio Vázquez Navarro.
Dicen que no hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla, pero definitivamente nada me preparó para cumplir esta promesa que le hice en vida: el último PANORAMA.
Hay muchas cosas que decir sobre mi “abuelito” (como le gustaba que lo llamaran). Su destacada labor como profesor y periodista, conocida por todos, es lo más representativo de su vida. Sin embargo, hay otras facetas que quizá no son tan conocidas y me gustaría mencionar algunas.
Eusebio Vázquez Navarro era idealista, aguerrido y protector. Una infinidad de anécdotas reflejan los aspectos más sensibles de su personalidad: situaciones en las que luchó por sí mismo o por los suyos.
No había un día en el que no pasara por su mente cada uno de sus familiares, las necesidades que tenían o los problemas que estaban enfrentando. Siempre encontró la forma de brindarles su apoyo, o simplemente preguntar: “¿Cómo te fue, hija?” (como lo hacía con su querida hija Lupita).
En sus últimos años, las incontables llamadas a su hermana Irma, quien las atendía con mucha paciencia y cariño. Con su sobrina Niche cultivó una relación muy cercana; más que un compadrazgo, una amistad fraterna.
No puedo dejar de mencionar su cariño entrañable e inagotable por sus hijos Eusebio (QEPD), Vicente y Rosario Guadalupe, a quienes a lo largo de su vida nunca dejó de apoyar, con un respaldo sin condición ni medida frente a cualquier situación. Como lo describiera mi hermana menor, a quien le decía “Marianita”: sempiterno —que durará para siempre; que, habiendo tenido principio, no tendrá fin—. Así es el amor y cariño que nos brindaste por casi 79 años.
Gracias por tanto, gracias por todo. Gracias por darme la oportunidad de conocerte y aprender de ti y de tu vida; por enseñarme a tener mis propias convicciones y defender mis ideales. Sin duda, tu recuerdo perdurará por muchos años más. Gracias también por ser un pilar en la formación de tantas personas. Ten por seguro que, sin tu ayuda, el rumbo de sus vidas no habría sido el mismo.
Uno de los más grandes miedos que enfrentamos quienes dejamos nuestra ciudad de origen es la lejanía del núcleo familiar. La posibilidad de que en cualquier momento suceda algo importante y sea casi imposible correr hacia los nuestros. Si bien mi abuelo parecía tener su muerte planeada, o al menos prevista, hubo un cambio de planes en el último minuto y decidió trascender cerca de mí; quizá fue su último regalo, el más valioso e inolvidable.
Finalmente, no puedo omitir esa frase tan tuya y mía, que por tantos años te encargaste de cumplir al pie de la letra: “– ¿Hija Lauris, tú sabes contar? –Sí, abuelito…– Entonces, ¡Cuenta conmigo!” Gracias por ser un amigo incondicional, de esos que pocas veces se encuentran en la vida.
Cierro este último PANORAMA con este fragmento del famoso poema de Salvador Díaz Mirón.
Promesa cumplida. Hasta luego, abuelito. Hasta luego, Eusebio Vázquez Navarro.
“Los claros timbres de que estoy ufano,
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan… ¡Mi plumaje es de esos!”
Tu nieta, Laurita.
EVN- LSMV