A veces me convenzo de que este mundo está perdido; pareciera que hacemos todo para caer en el mal, cuando deberíamos esforzarnos por hacer el bien. Nos dañamos unos a otros, olvidando que esta vida es única.
No pensamos que al morir tendremos que enfrentar nuestros pecados. Vivimos en una constante decadencia, y cada mala acción tiene una repercusión en nuestro cuerpo y nuestra alma.
Cada obra y pensamiento obsceno son señales de que el maligno nos gobierna en esos momentos. Dios puede apartarse por un instante, pero nunca se aleja por completo. Cuando recuperamos el sentido del bien y de lo correcto, avanzamos en lugar de caer en la oscuridad.
Cuando la oscuridad nos envuelva y los pensamientos negativos llenen nuestra mente, recuerda siempre al Señor; en ese instante, la luz llegará a tu vida.
La humanidad es como un rebaño que el Señor rescata. Aunque nos perdamos, Él siempre nos encontrará.
Debemos detener esta decadencia que nos lleva hacia un futuro donde el maligno podría gobernarnos por completo.