Un día controló cada resquicio político, económico y social, su régimen fue definido como la dictadura perfecta o “dictablanda”; desde su nacimiento en 1929 como el PNR producto de nuestra fallida revolución mexicana, se dedicó a crear una plutocracia bastante elitista y a postergar los principales problemas sociales de nuestro país, casos de corrupción tan evidentes desde su creación hasta su caída en 2000, resurgimiento en 2012 solo para volver a caer estrepitosamente en 2018 y al parecer en un abismo que no parece tener fin. Hoy, luego de las elecciones presidenciales de este 2024, el PRI se encuentra sumido en su peor crisis existencial dominado por un líder que ha decidido permanecer en el poder a pesar de sus pésimos resultados electorales desde que asumió la presidencia de dicho partido en 2019 y que podría permanecer en la cabeza de dicho partido hasta 2032. Pues bien, los resultados de la gestión de Alejandro Moreno “Alito” tienen hoy al PRI en el tercer lugar de las fuerzas políticas de nuestro país por debajo del PAN y desde luego de morena y hoy por hoy el escenario político está dominado por Morena, mientras que el PRI solo gobierna en dos de los 32 estados: Coahuila y Durango. Cabe mencionar que, hasta 1989, el PRI gobernaba todos los estados del país. Así de estrepitosa la caída de este partido que al parecer aún no ha tocado fondo y que pronto dejará de gobernar los únicos dos bastiones políticos que le quedan en la actualidad. La pregunta obligada es ¿qué le pasó al otrora dueño del sistema político de nuestro país que lo tiene hoy en la crisis existencial que ha provocado además de las múltiples derrotas en las urnas, la desbandada de figuras tan relevantes dentro de su existencia institucional? La respuesta es simple, pues la gente asocia al PRI con la desigualdad, pobreza, marginación y corrupción, y para muestra tres exgobernadores del PRI purgan una condena por el delito de corrupción: Javier Duarte, exgobernador de Veracruz; Eugenio Hernández y Tomás Yarrington de Tamaulipas. Mientras que otros tienen procesos abiertos en su contra. Aunado a esto, las reformas que permiten la reelección de Alito terminan por golpear la imagen del partido generando la percepción de un partido que no ha aprendido la lección y que la realidad es que el declive en los últimos procesos electorales apunta hacia un destino similar al del PRD: la pérdida de su registro en unos años más. Todo cae por su peso, y Roma también cayó, el PRI tiene sus días contados por los pésimos gobiernos que ha tenido, caracterizados por la repartición del poder de los mismos amigos de siempre, la compra de medios de comunicación, los desvíos de recursos, el nepotismo, el peculado, el desdén por las clases bajas y su arrogancia en la seguridad de la perpetuidad del poder, aunado a esto, acciones del presidente AMLO destaparon cientos de malas prácticas como la condonación del cobro de impuestos a grandes empresarios, la corrupción en el poder judicial, los insultantes sueldos de funcionarios públicos, etc. Hoy el PRI está agonizando, y la reelección de Alito parecen ser los últimos clavos al ataúd político de este otrora partido fuerte de México.