Le dimos a cada trabajador la posibilidad de permanecer en el antiguo sistema de reparto o trasladarse al nuevo sistema, entregándoles Bonos de Reconocimiento a los que decidieran cambiarse. Más del 90% de los trabajadores chilenos eligieron libremente el sistema de cuentas personales de ahorro, en lugar del sistema de reparto: José Piñera
Primero fue Margaret Tatcher, la llamada Dama de hierro, quien desde el gobierno inglés atacó ferozmente los frutos de muchos años de lucha obrera que en los años ochenta daban al movimiento sindical un enorme poder. Eran los años en los que el capitalismo no encontraba la forma de recuperar su tasa de ganancia y perdía su capacidad de inventiva para extraer riqueza del trabajo obrero.
Hasta que Tatcher recordó algunas de las propuestas de su libro de cabecera, Camino de servidumbre, escrito por el austriaco Friedrich Hayek, un texto sin mayor rigor académico pero lleno de ideas de un sentido común que descansaba en el pánico a lo grupal, lo colectivo. La propuesta central de ese libro era que el mercado es la forma ideal de organizar una sociedad y que, por tanto, el Estado debería estar subordinado a ese tipo de organización. Nada de derechos sociales ni, mucho menos el derecho de los obreros a organizarse. Combatió y derrotó a las organizaciones sindicales más fuertes para luego desmontar cada una de las conquistas que el movimiento obrero había obtenido a lo largo de intensas luchas contra el capital. Privatizar lo colectivo y lo estatal fue su consigna.
Algo similar hacía Ronald Reagan en los Estados Unidos, derrotar al movimiento obrero para impulsar una revolución cultural en la que se vislumbraba la salida de la crisis capitalista cargando los costos sobre los hombros de la clase trabajadora. La pérdida de productividad se reflejaba en la abrupta disminución en la tasa de ganancia que exigía el uso de recursos estatales para reflotar la economía capitalista. A Clinton le tocó elaborar la propuesta de privatización del sistema de pensiones de los trabajadores americanos, aunque no pudo ejecutarla porque su affaire con Mónica Lewinsky le restó el poder político necesario para esa reforma.
Sin embargo, ya para entonces estaba funcionando en Chile ese modelo de confiscar para privatizar los ahorros de los trabajadores y convertirlos en palanca para la recuperación de las ganancias capitalistas. Al igual que en Inglaterra y en Estados Unidos, en Chile se tuvo que derrotar primero a la sociedad y su natural tendencia a cooperación grupal. La dictadura chilena ofrecía mejores escenarios para la imposición de un modelo neoliberal, más asfixiante y depredador que el modelo liberal que hasta antes de la dictadura prevalecía en Chile. El ejército chileno había ya “limpiado” el escenario social de casi todas las formas de resistencia social como los sindicatos, el efímero esfuerzo guerrillero, las comunidades vecinales y hasta las formas de organización comunitaria. Prácticamente todo lo social se había convertido en individual.
Por eso en el capitalismo chileno postdictadura, como dice Piñera, “Le dimos a cada trabajador la posibilidad de permanecer en el antiguo sistema de reparto o trasladarse al nuevo sistema”, cuando ya habían domesticado el pensamiento del trabajador, cuando ya le habían impuesto el nuevo sentido común individualista fue fácil darle oportunidad de que escogiera cual modelo seguir. En nuestro país no ha sido así. El gobierno de Zedillo, siguiendo el esquema de Tatcher y Clinton simplemente tomaron los fondos sociales de ahorro y los pusieron a disposición del capital. Hoy se está haciendo lo contrario, se vuelven propiedad social lo que socialmente se produce.