Arrancamos… En estos momentos de miedos, fantasmas y expectativas que vive nuestra patria es importante hacer una reflexión concienzuda de los grandes pendientes nacionales. Primero: si bien al presidente lo elige el pueblo entero en un proceso democrático, el pueblo no elige en ningún momento al gabinete; por eso, el gabinete es sólo un apoyo operativo para el presidente y, por eso también (es importante), no deben existir en la presidencia agendas personales. El gabinete opera bajo la dirección del Ejecutivo a partir de la idea y visión de gobierno del presidente. El presidente, constitucionalmente, es líder único, individual (una persona); no es un cuerpo colectivo, ni colegiado, ni una pareja presidencial, ni siquiera una extensión política de su partido. En su toma de decisiones está él solo, porque el pueblo, en la división de los poderes, acepta, al votar por él, conscientemente elegir a un individuo que, si bien emana de un instituto político y una corriente ideológica concreta, su nombramiento es el de un líder único que propone, que idea (y que si bien, consulta y se asesora) y representa en su proyecto de nación a los intereses mayoritarios de la gente. La democracia está en el Congreso. Ahí, la voz del pueblo se alza en contrapeso del Ejecutivo (en el veto, en el análisis, en la crítica) en apoyo o en contra, o para encontrar un camino político viable de sus iniciativas. El estado de derecho, por su parte, regula a todos los actores. Ningún poder republicano escapa al marco de las leyes. El balance entre el líder, la representación del pueblo y de las leyes, aseguran la vida democrática. El gabinete, por eso, debe estar siempre acotado, subordinado, revisado, alineado a la conducción política del presidente. Segundo: Otro pendiente nacional que apunto en forma exhaustiva es el de la concentración de los privilegios de las élites. No se puede hablar honestamente de ningún proyecto social en México, si primero no se revisa en este rubro el estado de fondo de la justicia. No es posible hablar de la justicia sin revisar primero el estado que guarda la asignación de los privilegios de las élites. El discurso político (como lo he dicho tantas veces) es hueco si no se ponen a revisión los privilegios. La riqueza, por definición, no se reparte. Lo que se reparte en la política son, esencialmente, los privilegios en el marco de la administración de las libertades, que en el trabajo se convierten en el origen fundamental de la riqueza. El tercer pendiente impostergable para una buena administración, es el de la corrupción económica de la política. El costo, deterioro, miseria, ineficacia, desaliento, etc., que crea la corrupción institucionalizada en México es para todos los efectos devastadores. Desde las clases bajas burocráticas, hasta las grandes ligas delincuenciales (de cuello blanco), la corrupción representa un cáncer brutal para la patria. Los mecanismos, cuidados, castigos, estructuras jurídicas y otros urgentes son, en una nueva era de democracia mexicana, indispensables e impostergables. La corrupción sólo se erradica (como el narcotráfico) cuando el gobierno y la política dejen de ser un gran negocio. ¡Por eso, hay que acotar las prerrogativas económicas! Cuando verdaderamente se acabe el dinero a los partidos, y se cancele la posibilidad de hacer dinero con la política, los políticos que permanezcan ahí, lo harán ya no por dinero sino por sus convicciones y será porque cambien radicalmente el curso de la patria. No es cierto que el Estado deba financiar la democracia. La democracia se financia por sí misma, a partir de la verdadera participación ciudadana de las cuotas. Si el gobierno y la clase política están llenos de dinero, no hay proyecto de país que así funcione (porque con el dinero la política deja de ser política y se convierte en un negocio). La vocación política no es de influencias o empleos, sino de servicios, ideas, solidaridad social y patriotismo. El presidente de la República, frente al imperativo de sus convicciones filosóficas, asistido por un gabinete solidario, inteligente, capaz, concentrado alrededor de un proyecto definido, acotado por el contrapeso del espacio democrático del Congre-so, e incrustado en el inviolable estado de derecho podrá, en una nueva era desprovista de privilegios, de dinero y corrupción crear un gobierno diferente para México. MI VERDAD.- Un diagnóstico correcto es indispensable para no equivocarnos. La pobrísima calidad de liderazgos, no solamente en los de oposición, es preocupante.