Arrancamos… El 25 de agosto de 1940, un hombre muere en México agredido y golpeado con un piolet (bastón de alpinista), El difunto es un ruso, revolucionario en fuga, llamado Lev Davidovitch Bronstein, más conocido como León Trotski. Su asesino es Ramón Mercader, un comunista español encarcelado por este crimen en México, pero, más tarde y por la misma razón, reconocido en la URSS como héroe y condecorado con numerosas medallas como general. Poco antes, Trotski había dicho: «durante cuarenta y tres años de mi vida consciente he sido un revolucionario... Si tuviera que volver a comenzar, trataría de evitar este o aquel error, pero el curso general de mi vida seguiría sin cambiar». Para Trotski se trataba de destruir el régimen despótico y arcaico del zar de todas las Rusias, Nicolás II, y de dar a los proletarios el poder. Lo que llevó a cabo en octubre de 1917, mano a mano con Lenin. Eso dio lugar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, régimen comunista totalitario de 1922 a 1991. La vida, que de modo tan entusiasta llevó el camarada Trotski, le causó también innumerables sufrimientos: la pérdida de su familia (suicidios, deportaciones), la muerte de muchos de sus amigos, los miles de cadáveres, el terror, varias veces en la cárcel, viajes constantes, exilios interminables... En resumen, un destino de aventurero político, cuyo balance deja perplejo. Para mantener el rumbo fue necesario estar totalmente convencido de actuar por el bien de la humanidad. Trotski estaba convencido y también convencía... «Tremendo orador», "escritor de inmenso talento», según lo describe un biógrafo, su ejemplo deja en herencia todo un ideal revolucionario. Trotski es el tipo de personaje que entra directo en la historia, que ocupa su lugar por derecho. «Tiene una influencia deplorable sobre todos sus compañeros. ¡Este muchacho será un peligro para la sociedad!» ¡Es verdad! Un peligro para la sociedad en la que había nacido. Rusia está todavía en la Edad Media, o casi, cuando estalla la revolución de 1917 contra el poder de los zares. A menudo, los personajes históricos recuerdan una escena que marcó su infancia. Trotski recuerda dos. Hijo de un labrador judío acomodado, amante de la literatura, con una pluma ágil y una mente despierta, se deja escupir por uno menos acaudalado que él, que lo juzga por su vestimenta... Un tiempo más tarde, se le pide que se quite los adornos de su uniforme para no distinguirse de otros alumnos que no tienen un céntimo... ¿Deseó Trotski, como consecuencia de estos incidentes, que todos vistieran como pobres? Como había conseguido un sólido bagaje teórico y filosófico, y una gran experiencia como militante agitador, organiza desde 1897 la clandestina y reprimida Unión de los Trabajadores de Rusia del Sur. Y comienza el infernal ciclo de arresto-prisión-exilio. Paga el pato con cuatro años de reclusión en la fría Siberia, donde continua sus actividades clandestinas (escribiendo en periódicos, haciendo propaganda). Más tarde, toma el nombre de un antiguo guardia de la prisión, «Trotski», se fabrica un pasaporte falso y se fuga en 1902 para ver otros países. El resto no cabría en esta página: ministro de guerra, mata, masacra, deporta, traiciona, instaura el Terror Rojo... Cuando muere Lenin en 1924, Trotski se opone a su sucesor, Stalin («el peor de todos», había dicho de él Lenin). Y vuelta a empezar: exilio en Asia, con una estela de sangre y dramas... Llega a México en 1937, indeseable en todas partes. No sabe que le quedan tres años de vida. MI VERDAD.- Su revolución acabó en uno de los más terribles regímenes de la historia.