Un muchacho llega a la iglesia, entra al confesionario y le dice al cura:
- Padre, resulta que hace cuatro días fui a visitar a mi novia, pero mi novia no estaba. Estaba su madre, estaba sola, estaba yo solo, estaba la casa sola, estábamos los dos solos, padre... y he pecado.
- Está bien, hijo mío, estás perdonado - Le dice el cura despreocupado.
- Si padre, pero aún no he terminado –dice el muchacho. Fui al otro día a ver a mi novia, pero tampoco estaba; estaba su tía, estaba sola, estaba yo solo, estaba la casa sola, estábamos los dos solos, padre... y he pecado.
- El sacerdote todavía impasible le repite:
- Está bien hijo, estás perdonado.
El muchacho continúa diciendo:
- Si padre, pero aún no he terminado. Después, al otro día, fui a visitar a mi novia; estaba su prima, estaba sola, estaba yo solo, estaba la casa sola, estábamos los dos solos, padre... y he pecado.
Como el muchacho no escucha al religioso contestarle, sale del confesionario diciendo:
- ¿Padre, padre?...
Y voltea hacia el techo y ve que el cura está trepado en una lámpara. Sorprendido le dice:
- ¿Padre, qué hace usted ahí?
El sacerdote le contesta:
- Estoy yo solo, estás tú solo, está la iglesia sola, estamos los dos solos... ¡El diablo me baja de aquí!