Definitivamente, lo reaccionario no es algo que se pueda esconder, al menos no por mucho tiempo. Ver el mundo como algo estático, sin movimiento, sin cambios es algo que provoca certidumbre. El mundo puede ser injusto, pero así ha sido siempre, es natural, dicen quienes se oponen a las transformaciones. Saben lo desastrosa que ha sido la educación desde hace muchos años y no se inmutan. Basta que se hable de un nuevo modelo educativo para reaccionar, para oponerse, para boicotear.
Siempre que se ha tratado de educar, de brindar oportunidades de conocimiento para los pobres, se ha percibido como una amenaza por parte de aquellos que se benefician de la ignorancia de las mayorías. La basura que vomita el duopolio televisivo solo puede ser consumida por quienes no han tenido la oportunidad de asomarse a una visión mas compleja del mundo y, por tanto, siguen condenados a recibir una programación televisiva de la peor calidad.
En palabras de el “Tigre” Emilio Azcárraga Milmo: “México es un país de una clase modesta muy jodida… que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad y de su futuro difícil”. Esa es la idea que Televisa tenía y tiene de su público, una audiencia condenada a la inmovilidad social porque, como se trasluce en la declaración de Azcárraga, el modelo de país que es México está diseñado para que los pobres sigan siendo pobres, mientras los ricos se hacen cada vez más ricos.
Y por supuesto, la televisión educa. En el caso mexicano, la tele educa para no leer, es decir, enseña a no leer, a desdeñar los libros. Tanto Televisa como Tv Azteca vacunan a su audiencia contra la cultura, contra el hábito de autocultivarse leyendo libros que pueden ser buenos, malos o mediocres, pero que permiten el maravilloso viaje hacia otros mundos, reales o imaginarios, a través de la lectura. Las televisoras comerciales inhiben el ejercicio de la libertad que se expande cuando se puede dialogar con autores a los que, quizá, nunca se conozca en persona pero que, a través de sus palabras plasmadas en sus libros, se les puede conocer y admirar, convalidando o refutando sus ideas.
Por eso hay, tristemente, quienes piden a los padres de familia que arranquen a los libros de texto las páginas que, a su juicio, pueden convertir a sus hijos en comunistas, en ateos, etc
Solo quien está vacunado contra la lectura puede incitar a quemar libros, a mutilarlos. Son los analfabetas funcionales, esos que sabiendo leer no leen más allá de los mensajes que llegan mediante las llamadas redes sociales. Lastimosamente, entre ellos encontramos locutores, dirigentes de partidos políticos, gobernadores. Estrictamente hablando, son ellos a los primeros a los que habría que enseñar a leer, a descubrir el placer de la lectura. El analfabeta funcional no tolera que otros entiendan lo que el no entiende, por eso le dan pánico los libros, por eso necesita que los demás sean tan analfabetas como él. Por eso la cruzada contra los libros, contra la cultura, contra el conocimiento.
Esperamos que, como hasta ahora ha sido, los libros sigan ganando batallas y venciendo ignorantes. Para eso hay que seguir impulsando la lectura, el desarrollo científico, la conversación informada, todo eso que muy difícilmente se puede encontrar en la televisión comercial cuya única obsesión es lucrar con la ignorancia de muchos mexicanos.
Mejor hágase un favor, apague la tele y encienda el placer de la lectura. Hay un buen libro que lo está esperando.