En 1939, con la sucesión de Lázaro Cárdenas, se planteaba la continuación de su política con el general Francisco J. Mujica, un izquierdista consumado, a quien ni a la derecha, ni al clero, ni al gobierno Norteamericano, inspiraba confianza para sus intereses; viendo con mejores ojos al General Manuel Ávila Camacho.
El General Cárdenas, contra toda la opinión de la izquierda mexicana, tuvo que decidirse por la candidatura de Ávila Camacho, para garantizar la consolidación de lo que había hecho su gobierno y la continuación de obras ya planeadas como la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social; inclusive, la construcción del Palacio Federal, de Torreón.
En la sucesión presidencial de Andrés Manuel López Obrador, tenemos a Claudia Sheinbaum Pardo, jefa del Gobierno de la Ciudad de México, como la de más confianza en sucederlo; y al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, como el mejor amigo desde la infancia-adolescencia, en su natal Tabasco, y probado como un político conciliador y de avanzada.
Al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, lo ve AMLO, como un político relativamente independiente de él, que imprimiría un signo diferente a la 4T, un poco más cargado al centro; por lo que no es de su absoluta confianza para que continúe íntegramente sus políticas públicas; por lo que la derecha en México ve en Ebrard, a su posible candidato presidencial en caso de que no sea postulado por Morena.
El que más trato cercano y directo tiene con el gobierno de Washington, es precisamente Ebrard, por su cargo de secretario de Relaciones Exteriores; y EEUU, todavía tiene mucho peso político en la toma de decisiones para la sucesión presidencial en México.
Por lo que AMLO, al decidirse por Ebrard, en parte complacería al gobierno norteamericano, satisfacería los deseos de los grandes sectores de centro y de derecha de México, y le quitaría a un muy buen candidato a la oposición.
Entre los que se barajan para suceder a Ebrard, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, están Esteban Moctezuma, embajador de México en EEUU, y Juan Ramón de la Fuente, representante de México, en la ONU; con quien AMLO, haría una jugada de tres bandas, porque el ex rector de la UNAM, le ayudaría mucho a limar algunas asperezas que tiene con la Máxima Casa de Estudios del país, empezando por hallar al mejor sucesor de Enrique Graue, en la Rectoría, el próximo noviembre.