Arrancamos.- Perder y perderse en el poder. La reforma electoral en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari vista como un solo hecho, reducida a un solo avance en términos políticos, quizá puede parecer poco con referencia a la gran tarea de la reforma en la vastedad que significa la reforma del Estado Poco, ante una reforma integral de la Constitución o ante el reto de levantar un proyecto cabal de país, o como se han cansado de repetir quienes más saben del asunto: alcanzar por una ruta de coincidencias crecientes, aunque no absolutas, las nervaduras de un nuevo sistema político, un régimen que transforme al súbdito en ciudadano. Ante la magnitud y trascendencia de esta tarea crucial, la reforma electoral en tiempos de Salinas puede parecer poco. Sin embargo, incluso vista así, nadie que conozca la complejidad de tales procesos podría negar que fue clave y fecunda, ya que, aun en ausencia de la gran reforma política (ofrecida por el presidente y demandada por la sociedad), tuvo una trascendencia decisiva o determinante. A tal grado que ese solo hecho político --audaz y germinal al mismo tiempo-- será capaz de concentrar una aguda y soterrada disputa al interior del sistema, del gobierno y del partido a lo largo de esos años. Una disputa que explica, sin tener que acudir a especulaciones sofisticadas, por qué se dieron los hechos tal como se dieron en aquel entonces: los crímenes políticos y la emergencia del EZLN al inicio de 1994. Y es que la reforma electoral fue, en el contexto que vivía el país, una bomba de tiempo para los intereses creados, así como un horizonte de futuro para la nación. La lucha por la autonomía del órgano electoral fue central, y se dio gradualmente por medio de tres negociaciones consecutivas: garantía del sufragio, autonomía de la institución y la llamada ciudadanización de sus consejeros. La ciudadanización fue un cambio mayor y de los más importantes de toda la reforma electoral federal de 1994 [...]. Puede considerarse que éste es el cambio más significativo que México haya conocido desde la década de los cuarenta, cuando se creó la primera Comisión Electoral de ámbito federal. Más adelante, una década más tarde, el propio Salinas de Gortari reconocería que los cambios acordados el 8 de marzo de 1994- los cambios finales antes de las elecciones de agosto de ese año— no sólo consolidaron la equidad y la confianza en las elecciones, sino que significaron "un cambio definitivo respecto a la elección presidencial anterior [1988], cuando el PRI dominaba totalmente los órganos electorales". Curiosamente, dos semanas después de los cambios acordados, el candidato del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio, caería asesinado en Lomas Taurinas. La intervención presidencial en esos nombramientos [de los consejeros ciudadanos] quedaba desterrada [...]. El centro de gravedad de las decisiones en los órganos de dirección del IFE pasó a manos de una nueva figura, los "consejeros ciudadanos" [...] electos por votación calificada de las dos terceras partes de los miembros de la Cámara de Diputados [...]. Era un amplio contexto, institucional y humano, a favor de la confianza. Con base, pues, en la visión crítica autorizada de los expertos y los actores del proceso afirmo que, si bien la reforma electoral de aquellos años puede parecer poco o limitada ante la gran reforma del Estado, es incuestionable que se trató de un hecho político audaz y germinal al mismo tiempo, capaz de desatar --a raíz de los contenidos que puso en juego y su trascendencia-- una aguda disputa al interior del sistema, el gobierno y el PRI en esos años. Sin duda, la reforma electoral, en los términos en que fue aprobada tras cinco años de negociaciones y acuerdos entre los partidos, significó un avance desconcertante en términos democráticos y por lo mismo para los intereses creados y sus expectativas de representación al interior del sistema. MI VERDAD.- La reforma [...] provocó un enojo mayúsculo en la nomenklatura, pues terminó por arrebatarles uno de sus dominios más caros: el control de los procesos electorales.