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La carta del senador Armando Guadiana enviada al presidente Andrés Manuel López Obrador, en donde acusa a Ricardo Mejía Berdeja de hacer uso del aparato gubernamental de seguridad pública federal para atacarlo y denigrar su imagen con miras a la elección gubernamental de 2023 en Coahuila; ha desatado ya la guerra interna en morena por la candidatura de dicho partido. Partamos de realidades: la primera es que el efecto AMLO ha pintado de guindo casi todo el país y Coahuila y Estado de México son las últimas dos grandes batallas antes de la elección presidencial que, hay que decirlo, sin duda alguna será nuevamente para morena. La segunda, es que el partido del presidente tiene serias posibilidades de arrancarle al PRI sus últimos dos bastiones políticos y ello dependerá mucho no del candidato que presente morena en ambos Estados, sino de la unidad de los perdedores, particularmente en Coahuila, ya que en el Estado de México la candidata está más que designada, y en el tenor de esta última palabra, la democracia interna en morena no es más que una quimera que algunos ilusos que pretenden distanciarse de las prácticas priistas hacen suya al negar de manera contundente las malas prácticas que han quedado evidenciadas en morena a lo largo de su corta existencia. La tercera realidad es que en morena será un designio cupular el que defina al candidato que a todas luces será Ricardo Mejía Berdeja; pues es por demás evidente que es el elegido de la cúspide morenista. Guadiana lo sabe y por ello ha empezado a gritar que hay una conspiración en su contra, lo cual es cierto, pero no es una conspiración porque se trate de un aspirante fuerte, de hecho, el senador es el perfil más débil de los aspirantes, basta con recordar la última vapuleada que sufrió en su intento por la alcaldía de Saltillo, es, pues, una conspiración para que amablemente abandone un sueño que definitivamente solo pasará en estado onírico del senador. En lo personal, Guadiana debe realizar un análisis objetivo y entender que su postura solo hace daño a su partido y en nada ayuda a modificar una decisión que ya está dada. Última realidad: morena no es AMLO, y morena se ha corrompido a grado tal que las esperanzas del senador Guadiana y del exdiputado panista y luego morenista Luis Fernando Salazar solo son piedras que el mismo movimiento partidista se coloca para hacerse daño a sí mismo. Por su parte, el PRI tiene listo a su candidato, aunque ciertamente desconozco la estrategia para designar a un candidato cuando por paridad de género debe ser un hombre y una mujer en Coahuila y Estado de México y en la tierra del grupo Atlacomulco será un varón quien le dé la batalla a la exsecretaria de Educación Pública. A menos que todo sea parte de un espectáculo, en morena se avecina una guerra interna que puede significar su derrota nuevamente porque siguen persistiendo las prácticas de su padre político, el PRI: el dedazo, la imposición, la simulación, la falta de convicción democrática y todos los males que vuelven a los partidos facciones.